Presupuestos: del ruido al olvido
A diferencia de la empresa, en la Administración el cumplimiento de las cuentas da la impresión de ser algo superfluo para los que las aprueban y para la oposición
En esta época es tradicional que las administraciones públicas tramiten sus presupuestos para el año próximo. Y salvo que dispongan de una mayoría absoluta, cuestión ... improbable en los tiempos actuales, a los gestores les toca negociar, primero con los cercanos y luego con los lejanos. Además, el llamado mercado persa suele ser poca cosa comparado con lo que suele acontecer. Y es que la aprobación de los presupuestos es una especie de examen para poder seguir gobernando la nave de la Administración, sea esta cual sea.
Lo curioso es que los presupuestos no son más que 'previos supuestos'; es decir, que sirven para revelar las intenciones de los gobernantes. En qué pretenden gastar los dineros (que son de todos) y cómo estiman financiarse (mediante impuestos que sufragaremos nosotros o con créditos que devolverán, que la suerte les acompañe, nuestros nietos ). El manifiesto de intenciones suele ser, además, enormemente comentado, publicitado y debatido.
Por el contrario, parece que interesa menos -lo cual es llamativo- comprobar si se cumple o no lo que se dice, si se gasta e invierte lo que se indica, si se ingresa según lo previsto; en definitiva, que el cumplimiento o no del presupuesto da la impresión de ser algo superfluo o baladí para los que lo aprueban e incluso gestionan, y también -y esto ya es tremendamente extraño- para los que se oponen al mismo. Al administrado, por supuesto, ninguna información al respecto, no sea que se entere de algo.
Afortunadamente en el mundo de la empresa, que conozco un poco más, las cosas funcionan de otro modo. Son importantes los presupuestos, desde luego. Son un sano ejercicio de vislumbrar el año próximo si el presupuesto es anual o incluso más años si son plurianuales. Todos los departamentos de la empresa deben participar, lógicamente bajo la coordinación del área financiera. Y sirven para definir objetivos y establecer prioridades en todas las áreas.
También en la empresa los presupuestos son previos supuestos. Pero más importante que vislumbrar o prever lo que se va a realizar es hacerlo. Porque la realidad nos pondrá en nuestro sitio y veremos si hemos cumplido o no con lo previamente establecido. En las cuentas anuales con su balance de situación, la cuenta de explotación, el estado de cambios del patrimonio neto, el estado de flujos de tesorería, la memoria,… quedará reflejado lo que ha acontecido en el año. Es esto lo que se audita (tanto interna como externamente), lo que se aprueba por el consejo de administración y la junta de accionistas y es lo que irá al Registro Mercantil. Es decir, en la empresa los presupuestos son muy importantes, pero mucho más las cuentas anuales, el reflejo de lo acontecido.
Da una vez más la impresión de que el mundo político vive en una realidad paralela. Lo importante son las promesas, no las realidades. El aparentar, no el ser. Se da bombo y platillo a las palabras (en los programas electorales) y a los números (en los presupuestos), pero a unas y a otros no importa que se los lleve el viento. Los hechos, en cambio, son un incordio, ¡para qué recordarlos! Parece que interesa más estar por estar, y para que no esté otro, que hacer lo que se ha prometido hacer y explicar cómo se ha hecho. También algo habitual en política, que sería inaudito en la empresa, es la técnica de prorrogar el presupuesto anterior cuando no ha podido aprobarse el nuevo.
Alguno me dirá que en política son los tribunales de Cuentas los que fiscalizan la gestión y las cuentas de los organismos públicos. Pero, considerando la procedencia de sus miembros, sus medios y su ritmo de actuación, da la impresión de que son áreas florero para cubrir el expediente. También hay normativas de información presupuestaria obligatoria a organismos públicos que normalmente se incumplen.
Habrá que cambiar normativas para ello, pero se hace necesario presentar en público (es decir, en el pleno municipal, en el Parlamento autonómico o foral o en el Congreso de los Diputados), a ejercicio terminado, el cotejo de lo realizado con el presupuesto aprobado en su día, acompañado de las explicaciones oportunas. Pero parece que es un ejercicio que no interesa ni al que lo gestiona ( se puede entender en este caso) ni al que lo debía controlar (que quizás no lo haga para tener la excusa de no dar explicaciones cuando le toque gestionar).
Será clamar en el desierto, pero al menos a algunos estos juegos políticos -eso sí, muy entretenidos- de acordar previos supuestos no nos divierten demasiado cuando vemos que al de un año están pensando en el siguiente pacto presupuestario y no en comprobar primero si se ha realizado, y cómo, lo previsto. Es decir, del ruido al olvido.
Mikel Etxebarria es autor de 'Meditaciones compartidas. De Bilbao al mundo'
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