
La violencia sexuada en las guerras civiles españolas
Nos habla de abuso y maltrato de mujeres por el hecho de serlo
Pedro Oliver Olmo
Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha
Domingo, 26 de enero 2025, 00:01
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Pedro Oliver Olmo
Profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha
Domingo, 26 de enero 2025, 00:01
La emoción incentiva al estudiante que ve la Historia como una materia árida y aburrida. ¿Cómo motivamos a políticos que desdeñan el pasado traumático aduciendo ... cansancio con la historiografía de la guerra y la represión franquista? Lo que da pereza es verlo todo, hasta lo científico, en el cesto de las 'guerras culturales'. Más avanza la investigación histórica, más vende una pseudohistoria nacionalista y esencialista escrita con tópicos mil veces desmentidos. Buscan y encuentran un sector social predispuesto a emocionarse con las narrativas 'de toda la vida', aunque carezcan de un mínimo rigor. Preocupante.
La historia de España también se escribe con los muchos horrores de sus guerras civiles. Cualquier ejemplo que pongamos será extremo. Pongamos la violencia sexuada. Según Maud Joly son castigos físicos que toman el cuerpo de la mujer como «frente» de batalla. ¿No son historias emocionantes? Sí, emocionan, pero en el campo abonado de los prejuicios y en las trincheras de 'las guerras de memorias'. En este marco redivivo de polémicas forzadas se desgasta al historiador y se bloquea el discernimiento de la ciudadanía. Profundizar en las violencias del pasado saturará a cualquiera, quizás, pero eso no se puede aceptar como argumento respetable si proviene de ignorantes y sectarios o nostálgicos de la dictadura de Franco.
Nada justifica que se bloquee el circuito de la investigación y la divulgación boicoteando las políticas gubernativas de memoria democrática y conmemoración (criticables pero aceptables si ofrecen un soporte historiográfico académico y contrastado). El problema de fondo no se resolverá imponiendo la ley de la memoria democrática, ni invocando la función de la historia en la defensa de los derechos humanos. Será imprescindible la pedagogía.
El caso sangrante de la violencia sexuada nos sirve de ejemplo. Es un buen recurso para implementar y entremezclar de manera virtuosa la didáctica de la historia y la difusión de la cultura de paz. Frente al discurso del hastío con 'la guerra de nuestros abuelos' y 'el fantasma de Franco' destacaremos la relevancia histórica de prácticas represivas como la violencia sexuada, entre 1936 y 1948, en el contexto europeo y en relación con algunas 'tradiciones punitivas' españolas. Veámoslo brevemente.
La violencia sexuada en la Guerra Civil y la posguerra franquista nos habla de experiencias de abuso y maltrato contra mujeres por el hecho de ser mujeres, contra sus cuerpos, incluyendo aquellas madres que fueron sometidas a una violencia vicaria que se extendía a los cuerpos de sus hijas. Son pocos los estudios solventes sobre la violencia sexuada en la zona republicana contra mujeres vinculadas al falangismo, el carlismo o la Iglesia. Queda mucho por investigar. Hay más publicaciones sobre la represión sexuada de los sublevados contra la República. Cualquiera tiene a su disposición obras especializadas escritas por Irene Abad, Iván Heredia, Sescún Marías, Ángel Alcalde, Julio Prada, Pura Sánchez, Mélanie Ibáñez, Sofía Rodríguez, Adriana Cases o María Llanos Pérez, entre otras.
Lo que entresacamos de la bibliografía es un horror. No toda represión contra mujeres fue sexuada, lógicamente. Muchas fueron torturadas y ejecutadas judicial o extrajudicialmente o sufrieron expropiaciones, multas exageradas, marginaciones de todo tipo, depuraciones y exilios, al igual que los hombres. Pero lo que tenía de peculiar la violencia política contra las mujeres era la sexualización del escarnio y la vergüenza: más allá de la violación, a veces grupal, a veces letal, las mujeres represaliadas fueron desnudadas y obligadas a beber aceite de ricino, a muchas se les rapó el cabello y algunas llegaron a ser vejadas de manera muy cruel mientras eran expuestas al vituperio público.
La historiografía ve similitudes españolas con prácticas represivas del fascismo italiano, como el rapado del cabello y la ingesta de aceite de ricino. Pero la violencia sexuada formaba y forma parte de la cultura de guerra. Es una dramática experiencia cuya diacronía habría que rastrear de siglo en siglo. En la España contemporánea fue reapareciendo una y otra vez en situaciones de guerra civil y en las represiones de posguerra, como una costumbre punitiva en común, más o menos cambiante, más o menos recordada. Los ecos de la memoria de las guerras carlistas resonaron en 1936. La última de ellas era entonces la guerra de sus abuelos. Las crónicas de las guerras civiles de los españoles del siglo XIX daban cuenta detallada de todo tipo de atrocidades, incluyendo la violencia sexuada. Muchas mujeres, liberales y carlistas, fueron castigadas normalmente con el rapado del cabello, a veces apaleándolas y a veces emplumándolas. ¿Esas emociones históricas no deberían sacudir la pereza del más hastiado y avivar el deseo de conocimiento del más patriota?
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