Pangloss y la muerte
Excepto en el estado de alarma, la evolución de la pandemia le ha venido muy bien al Gobierno, pero pésimamente al país
A la hora de explicar las medidas a adoptar por la explosión del virus en la Comunidad de Madrid, su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, dio ... las claves para entender lo sucedido, y no precisamente porque intentase explicar nada. Sin darse cuenta, puso otra preocupación por encima de la sanitaria. Lo esencial no era poner freno a la expansión, sino evitar a toda costa el estado de alarma y el confinamiento general que provocarían la catástrofe económica.
Cierto que este riesgo es bien real, pero el orden de prioridades no puede olvidarse, ya que con los ciudadanos hospitalizados o fallecidos la demanda se hunde y con él, en consecuencia, un simple mantenimiento de las actividades comerciales. Todo se ha subordinado a esa miopía economicista, desde el cese de la primera directora de Sanidad por considerar prematuro el paso a fase 1 hasta el apresuramiento final en el tránsito a la normalidad, amén de la escasa competencia técnica, visible al olvidar a la gran mayoría que, por no estar en condición catastrófica, siguen expuestos a una transmisión masiva. El Gobierno de Pedro Sánchez lo ha denunciado y ahora lo olvida para exhibir su buena voluntad, su feliz delegación de toda competencia a las comunidades, proclamando que todos lo hacen bien, aunque todo salga mal.
Estamos ante un círculo de círculos. El centro, con un dramático protagonismo, corresponde a la Comunidad de Madrid, pero los círculos exteriores son de tal entidad que España encabeza de lejos el peor de los balances en Europa por lo que concierne a los efectos de la pandemia. Los discursos oficiales y sus medios tratan de envolverlo en cortinas de humo, «para no alarmar». En las televisiones se acumulan reportajes impresionistas sobre lo mal que van las cosas por todas partes y nadie intenta explicarnos por qué Italia, tras su terrible recepción de primera hora, invirtió la tendencia.
Segunda ola, segunda ola, segunda ola. Vacuna, vacuna, vacuna. Hasta hay cadenas en que acuden al comodín Trump para no afrontar las declaraciones de Sánchez el día 19. Macron, que lo está haciendo mal, admite críticas, Conte acude a declarar ante fiscales. Aquí la política gubernamental, y en su estela la de los gestores de cualquier nivel, es intocable, perfecta. Hasta la última palabra es cuidada para que la realidad no aflore.
Cuenta además la inadecuación mostrada por el Estado de las Autonomías. Durante la primera etapa, bajo un mando único del presidente, fuertes diferencias interregionales habrían aconsejado (Canarias) modular la aplicación. Pero sobre todo, de principio a fin, en la siniestra nueva normalidad, la evolución de las cosas le ha venido muy bien al Gobierno, pero pésimamente al país.
El virus no conoce fronteras, y así no ha sido posible establecer respuestas interrelacionadas -no solo intercambio de información- entre comunidades que han experimentado la irradiación de los contagios a partir de un epicentro, Cada una ha jugado en su propio campo, con disparidad de resultados. Gobierno 'missing'.
El puñetazo sobre la mesa de Urkullu permitió a Sánchez dejar el problema en manos de las autonomías. Y, como tantas veces en España, llegamos al esperpento. El Gobierno denuncia una y otra vez la tremenda ineficacia de la gestión en Madrid, obtiene el consiguiente rendimiento político, y cuando Ayuso anuncia unas medidas más que discutibles, camino del confinamiento general, se limita a desear su éxito y a anunciar colaboración, literalmente sin juzgar nada, como si Madrid, los contagiados y los muertos de Madrid, no fueran desde mucho antes un problema propio del Gobierno de España.
De ahí que los propósitos del presidente sobre la pandemia se reduzcan a promesas generales, tales como reforzar la sanidad pública, y a hablar del comodín de la vacuna, mientras proclama la satisfacción por la gestión de las comunidades, por la calidad de los médicos, etcétera, que deberán contribuir al gran objetivo, que sin concreción permite eludir a los muertos: «Doblegar la curva».
En La Sexta, el exministro Miguel Sebastián propuso: «¡Que Fernando Simón pida perdón!». Sería preciso ampliar los destinatarios de esa exigencia. A excepción del período de alarma, para Sánchez, sus actuaciones sobre el tema no merecen la impresión que intenta transmitirnos de que nos lleva hacia lo mejor con la mejor de las políticas. La autosuficiencia del doctor Pangloss en el 'Candide' de Voltaire está fuera de lugar. Toca vestirse de negro.
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