
Puto ego
La mirada ·
Mi 'yo' unas veces se viene arriba y se pavonea prepotente y otras se vuelve pequeño, llorón, y me hundo con élSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
La mirada ·
Mi 'yo' unas veces se viene arriba y se pavonea prepotente y otras se vuelve pequeño, llorón, y me hundo con élTengo un propósito para este nuevo año. Voy a domar a mi ego. Sé que es tarea difícil, porque siempre que lo intento al final me gana, y es que mi ego es invasor, terco, mala gente, tiene la costumbre de lanzarme contra el mundo ... ante la mínima sospecha de que le han hecho un feo.
Me he informado de qué es eso del ego. La palabra proviene del latín 'ego', que significa 'yo', y se refiere a la imagen que tenemos de nosotros mismos, es decir, si nos vemos inteligentes, guapos, listos, sensibles, empáticos y encantadores o todo lo contrario. El discurso de mi ego tira siempre hacia 'todo lo contrario'.
Dicen que el ego es la «parte central de la consciencia humana», y a ver qué consciencia voy a tener yo de mí misma si mi puto ego se pasa el día gritándome: 'Otra vez cagándola, qué raro, sinceramente no tienes remedio…', y claro, me entran unas ganas terribles de llorar, porque encima creo que tiene razón.
Los psicólogos aseguran que el ego empieza a dar por culete desde las primeras etapas de la infancia y yo añadiría que continúa en esa actitud el resto de nuestra vida. Según Daniel Colombo, 'coach' ejecutivo, escritor y comunicador, el ego se puede clasificar en diez tipos:
Sabelotodo: cree que lo sabe todo, aunque no sepa nada, y no para de dar consejos.
Insaciable: llama constantemente la atención, es el ego 'centro de mesa', necesita 'caso'.
Interruptor: interrumpe a los demás para contar sus propias experiencias, es un auténtico plasta.
Envidioso: desea siempre lo que tienen los demás y degrada a los que son mejores que él.
Prestigioso: necesita recibir a todas horas el aplauso del mundo, dice con frecuencia 'te avisé', 'te lo dije, pero nunca me escuchas', etcétera, etcétera.
Jinete: copia la información de los demás para su propio beneficio.
Sordo: nunca escucha, solo habla él.
Manipulador: miente y engaña para sacar provecho.
Orgulloso: es siempre competitivo hasta el ridículo, no le gusta perder.
Silencioso: parece que nos escucha y valora, pero es hipócrita y se erige en juez de los demás, le encanta criticar.
Cuando me he puesto a pensar a cuál de todos esos egos pertenece el mío, he llegado a la conclusión de que el compañero, al que estoy encadenada, es un surtido fiesta de cada una de esas simpáticas lindezas. Y es que mi ego unas veces se viene arriba y se pavonea orondo, prepotente, avasallando a todo lo que se mueve, entonces yo le sigo como una corderita orgullosa de su amo. Y otras se viene abajo, se vuelve pequeño, llorón, intenta dar pena, y yo me hundo con él.
No lo puedo evitar. La voz de mi ego es sibilina, penetrante como un ultrasonido y hurga a sabor en las llagas de mi descontento. Mi ego va armado de una enorme lupa, que solo sirve para ver lo malo que hay en mí, y me lo planta delante de las narices agigantando lo negativo y convirtiéndome en un horripilante insecto a la luz de un potente microscopio. En fin, muy kafkiano y deprimente todo. Y claro, eso no ayuda, no me ayuda nada.
Así que cuando, por alguna razón excepcional, estoy contenta y me siento querida y valorada, cosa que no ocurre muy a menudo, el asqueroso de mi ego se las arregla para asomar por los espejos y empieza un parloteo convincente sacando punta a todo lo que he dicho o hecho, hasta hundirme en la miseria.
Pero todo eso se acaba este año. Voy a hacer los ejercicios que me ha mandado una amiga psicóloga. Mi amiga me ha dicho que, a partir de ahora, piense antes de contestar, que nunca me apresure, que medite cinco minutos cada mañana, que elimine de mi vocabulario la palabra 'yo' y la sustituya por 'quisiera aportar otro punto de vista', 'humildemente una mirada diferente al asunto es…', y cosas así.
Hoy lo he intentado pero, cuando me he oído diciendo eso de 'quisiera aportar otro punto de vista', me ha dado una náusea y he sentido tanto asco de mí misma que, a coro con mi ego -llevaba un rato azuzándome-, he manifestado nuestra opinión, quizás, quizás, con tono avasallador, pero es que esta vez teníamos toda la razón.
En fin, que me he rendido a la primera, joder.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.