Hace unos años estuve en Venezuela. Y me llamó la atención las repetidas referencias -una montaña, una universidad, un monumento…- que a Humboldt le hacían ... en muchos lugares. Sobre todo porque me recordó que había leído tiempo atrás que un lingüista apellidado Humboldt había sido estudioso del euskera. Y me asombró del individuo tanto el don de la ubicuidad como su faceta renacentista, suponiendo que se tratara de la misma persona. La verdad es que acabé descubriendo que no eran la misma persona, pero sí que fueron hermanos.
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Últimamente y siguiendo las sugerencias de uno de mis libreros de cabecera, Javier Cámara, he tenido el placer de leer a una escritora, Andrea Wulf, nacida en India, criada en Alemania y residente en Reino Unido, que con dos de sus obras me ha descubierto las interesantes aportaciones realizadas por los Humboldt, que como a veces ocurre entre hermanos, aun recibiendo la misma educación, el mayor -serio y estudioso- se sumergía en los libros y el menor -aventurero e inquieto- se escapaba a la naturaleza.
Siguiendo el orden cronológico de las obras, la primera, 'La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt' (1769-1859), nos descubre al menor de los hermanos como un adelantado del ecologismo. Un hombre que llenó su vida de viajes y aventuras, con un trabajo incansable y meticuloso, llegando a ser en su época el científico más famoso del mundo. Influye en Emerson, Thoreau, Poe, Whitman, Goethe, Haeckel y Darwin, que con 40 años de diferencia reconoció en él a su alma gemela.
Esbozó su concepto de 'naturgemälde': la naturaleza es una totalidad viva. Quería conquistar el mundo, como Alejandro Magno, pero con la cabeza. Posiblemente fue el primer estudioso de la naturaleza que desarrolló la idea de cambio climático provocado por el ser humano -lo que hoy llamamos antropoceno-, el primero en explicar las funciones del bosque en el ecosistema y en el clima y el primero en percatarse de los peligros del dominio sin límite de la naturaleza. Alexander hablaba tanto de la barbarie del hombre civilizado como admiraba la cultura, creencias y lenguas de los indígenas. En París entabló amistad con Simon Bolívar. Inventa las isotermas y las isobaras, básicas hoy en día en los mapas del tiempo. Poco apegado al vil metal, no podía ni costearse sus propios libros y sin embargo financiaba a sus pupilos. Aunque no lo señala Andrea Wulf, el ministro bilbaíno Urquijo -el que da nombre a la céntrica alameda- fue el que le facilitó el permiso para visitar las colonias españolas de América.
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La segunda de las obras de Andrea Wulf es 'Magníficos rebeldes. Los primeros románticos y la invención del yo'. En ella se habla del Círculo de Jena, un grupo de intelectuales que se juntan para elucubrar sobre un mundo mejor; como, me atrevo a decir, también lo han pretendido en distintos momentos otros librepensadores como el Grupo de Bloomsbury, el Círculo Modernista o el Club de Roma.
Integrantes del Círculo de Jena serían Goethe, Schiller, Fichte, Schlegel, Novalis, Caroline Böhmer, Schelling y los hermanos Humboldt, aunque con mayor presencia del mayor de ellos, Wilhelm von Humboldt (1767-1835). Su pasión era el conocimiento de las lenguas. Estudió sánscrito, chino, japonés, malayo… y aunque no lo dice Andrea Wulf, también euskera; se le atribuye haber dicho que era la lengua viva más antigua de Europa. En su opinión, los idiomas reflejan distintas concepciones del mundo, no son meras herramientas comunicativas sino que dan forma a las ideas.
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Fundó la primera universidad de Berlín, que hoy lleva su nombre y el de su hermano, y se propuso reformar el sistema educativo, basándose en la premisa de que el aprendizaje, más que en la materia, debe centrarse en inculcar la capacidad de pensar. La educación debe ser integral para formar a personas, no tanto específica con la idea de conformar simples operarios. Su modelo es seguido hoy por universidades de todo el mundo y el gran humanista Nuccio Ordine, por desgracia recientemente fallecido, también lo defendía.
En resumen, si para Alexander la naturaleza era un todo interrelacionado, para Wilhelm la lengua era un organismo vivo. Mientras el ecologista nos legaba que la naturaleza es bastante más que una acumulación de plantas, rocas y animales, el humanista nos transmitió que las lenguas son bastante más que palabras, gramática y sonidos. Los dos hermanos tenían una perspectiva holística y lo veían todo como una red interconectada. Para ellos, el conocimiento añade, a la fuerza creativa de la imaginación, pasión, asombro y admiración. Fueron hace doscientos años unos adelantados a nuestras preocupaciones sobre el presente y el futuro de la naturaleza y la Humanidad. Ecologismo y humanismo han sido su legado.
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