Mantener la mirada
La mirada ·
No hacerlo es una manera de ponerse una coraza; de ser personas sin empatía, sin ilusión, sin brilloEn una cadena pública televisiva y a horas intempestivas, que al parecer es donde y cuando -por desgracia y como reflejo de lo que interesa ... divulgar- se pueden emitir y ver cuestiones culturales, tuve el placer de escuchar al poeta Fernando Beltrán. Antes de nada, decir que, según su propia confesión, las ha pasado canutas con el dichoso bicho, aunque por suerte ha salido bien de ello y esperemos así continúe. Me quedé con dos cosas que dijo. Una, que ahora por llevar mascarillas subrayamos los ojos y lo hacemos en verde, en azul... por el color de las mismas. Eso nos resulta inspirador, en este contexto tan particular, a los que estamos todo el día subrayando; es decir, a los bichos raros que aún leemos, además en papel y encima con lapicero o bolígrafo para remarcar el texto que nos gusta. Y otra, que alguien le dijo que los poetas ven cosas que otros no ven, a lo que él respondió que no es así exactamente; que ven lo mismo: la diferencia es que los poetas mantienen la mirada.
Todo esto me ha hecho, en primer lugar, recordar que los ojos son el espejo del alma, por donde mostramos lo que somos. Ahora, además, en el interior de los ojos ajenos intuimos la profundidad de su espíritu. Y, en segundo lugar, que efectivamente hay personas -puede que yo mismo ocasionalmente- que no mantienen la mirada; algunas de ellas, ni un instante. Y no la mantienen con los objetos o las cosas que ven, pero tampoco con los acontecimientos que ocurren delante de sus ojos e incluso con los congéneres que tienen delante. Es una manera de ponerse una coraza y, aunque puede que no lo sepan, hace que sean personas sin empatía, sin cariño, sin brillo, sin ilusión, puede que sin pasado y hasta sin futuro. Por supuesto, no son poetas, pero lo más grave es que puede que habiendo sido humanos estén dejando de serlo.
Por el contrario, qué admirables son las personas que te miran cuando les hablas, que te miran cuando te hablan, que miran al mundo, a la vida, al resto de los mortales, con limpia mirada, sin segundas intenciones, sin prisa. Y que, además, muestran interés, te escuchan, dialogan amablemente, mantienen la mirada, el contacto visual y te hacen sentir especial. No sé si todos serán poetas -porque eso exige un plus de arte y un mucho de alma-, pero lo que sí intuyo es que al menos son seres humanos, gente que se preocupa y ocupa por los demás, que pasa por la vida -estén en la posición que estén- atendiendo a los demás, sembrando humanismo. No me refiero, por otra parte, a los que te desafían con la mirada -y con otras partes del cuerpo- y no te la quitan de encima; esos se pasan por el otro extremo y son peores que los que no mantienen la mirada.
Siempre es importante el lenguaje de los gestos, de los ritos. Como cuando -¡qué tiempos tan lejanos!- nos podíamos tocar, besar, abrazar y nos dábamos la mano y hay quien te la daba flácida, cual prócer religioso, quizás esperando que se la besases (¡¡); o quien, para supuestamente demostrar poderío, te la apretaba tanto que le tenías que pedir permiso para recuperarla y seguir con ella. Ahora que por la situación actual somos menos táctiles -y por ello más virtuales-, los usos y costumbres sociales han adquirido otro cariz, con otros matices, se han tenido que adaptar para el que ha querido hacerlo: ser educado y cortés, mantener las distancias; si uno fuma, hacerlo quieto y apartado; limpiarse las manos asiduamente; estar aseado; no aglomerarse; no quitarse la mascarilla más que para lo estrictamente necesario…
Con las mascarillas, en el interior de los ojos ajenos intuimos la profundidad del espíritu de su dueño
A esto, deberíamos añadir, no sólo para la situación actual, sino de aquí a la eternidad y seamos o no poetas: mantener la mirada. Una mirada de cariño, de simpatía, de solidaridad, de comprensión, que para estos tiempos convulsos nos sirva para unirnos como seres humanos.
Siguiendo a Kierkegaard que nos decía que la vida solo es comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia delante, es conveniente dejar al pasado reposar y vislumbrar, encarar, mirar al futuro, que es hacia donde vamos, con esperanza. Yo al menos me he propuesto para este año 21 del siglo XXI, junto con publicar un libro -ya que con lo de los hijos y los árboles ya he cumplido- y, por supuesto, vacunarme cuando me toque -espero que no se olviden de mí-, mantener la mirada -con respeto, educación y afecto- como uno de mis objetivos preferidos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión