La festividad de los Reyes Magos, esa que esperan con ilusión tantos niños y niñas de nuestro país, como lo vivimos nosotros durante nuestra infancia, ... no es tan sólo una creación comercial, como algunos aseveran de forma bastante simple e indocumentada, sino la ritualización de una constante que se ha producido en todo grupo humano desde tiempos pretéritos. Y es que toda sociedad humana, desde que el hombre comenzó a agruparse en clanes hasta nuestros días, ha recreado rituales llenos de magia que giran alrededor de dos conceptos concretos: uno se refiere a los niños y el otro a la entrega de regalos.
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Ya en Saturnales romanas se dedicaba un espacio para los niños y se les agasajaba y ofrecían presentes; así, se han mantenido hasta nuestros días tradiciones de origen profano que fueron posteriormente cristianizadas, figuras que reparten regalos en un periodo extraordinario, como lo es la Navidad, fundamentalmente a la niñez. Tenemos los ejemplos de los Magos de Oriente, citados ya en el Evangelio de San Mateo, en toda España, con las variantes de distintas culturas de la península, como nuestro Olentzero en tierras vasco-navarras o el Tronco de Nadal en Cataluña; San Nicolas en Holanda, Ucrania o Polonia; el Abuelo de Navidad en Rusia, Bielorrusia y los Balcanes, los Gnomos de Navidad en Islandia, la anciana Bruja Befana en Italia o directamente el Niño Jesús (Christkind) en el caso de Austria o algunas zonas de Alemania.
En tierras más remotas, pero de igual manera, se reproducen tradiciones similares, de tal forma que es al monje budista Hoteiosho a quien corresponde en Japón dar los regalos a los infantes. En el mundo musulmán es durante festividades como la de 'Eid al-fitr', que pone punto final al ayuno impuesto por el Ramadán, o la 'Ashura', el décimo día del año nuevo, en las que los niños deben estrenar una ropa nueva y recibir los dulces y regalos.
Como vemos, esta tradición está muy arraigada en culturas muy diversas y en todas se realiza durante un tiempo especial, un tiempo festivo y por lo tanto mágico. Llegados hasta aquí podríamos preguntarnos el porqué de estas costumbres. Recuperando lo comentado anteriormente, y con respecto a la elección de la infancia como destinataria principal de los obsequios, se puede afirmar que la simbología de la infancia encierra un importante mensaje: ellos son la imagen de la inocencia (representan la pureza) y la representación del futuro del grupo (algún día serán adultos). Si bien las categorías que definen la infancia no son homogéneas en las distintas sociedades, sí se puede decir que los juegos infantiles, además de un objetivo lúdico, tienen también una connotación metafórica en tanto representaciones de la vida social adulta. Y si importante es esa función del juego, importante será también dotarles de objetos y espacios para jugar, es decir, obsequiarles con que jugar.
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El regalo es la otra variable, y también aparece en todas las sociedades. El regalo es un mecanismo de construcción de familiaridad, amistad o alianza. El obsequio es un don que se otorga a quien se valora, como ya nos aclaró el antropólogo francés Marcel Mauss. Se da un regalo como muestra de grandeza de quien lo otorga y también en espera de que ese don recibido sea devuelto en otra ocasión. De forma implícita, se regala a los niños y niñas para que en el futuro devuelvan ellos el regalo en forma de responsabilidad y asunción de roles destacados en la sociedad adulta.
Critiquemos el consumismo, procuremos no crear una infancia 'hiperregalada' y busquemos juguetes adecuados; todo eso está muy bien, pero no caigamos en el error de negar el valor del don otorgado y la magia que lo envuelve. En los últimos tiempos se imponen corrientes de opinión, tan inconsistentes como temerarias, que a fuerza de denigrar todas las tradiciones nos pueden llevar a no saber de dónde venimos, la mejor forma para desconocer hacia dónde dirigirnos. Por ello creo que el hecho de ser adultos no nos debe impedir recordar la ilusión con la que vivimos de niños la magia que encierra una noche como la de Reyes.
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