
¿Ante el final de la guerra?
Deberemos incorporar a Rusia al futuro orden de seguridad europeo, o simplemente no lo habrá
José Luis de Castro Ruano
Profesor de la UPV/EHU. Grupo de investigación Bitartez
Viernes, 14 de febrero 2025, 00:06
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José Luis de Castro Ruano
Profesor de la UPV/EHU. Grupo de investigación Bitartez
Viernes, 14 de febrero 2025, 00:06
Cuando se cumplen tres años de la invasión de Ucrania, la opinión pública está empezando a sentir la fatiga de la guerra. El apoyo político ... para seguir proporcionando ayuda a Ucrania disminuye y cada día surgen más voces en favor de detener la guerra aunque el país invadido pierda territorio. La ingente ayuda proporcionada resulta insuficiente y los suministros militares se agotan. Así, la situación para Ucrania en el campo de batalla puede empeorar. Occidente ha subestimado la capacidad y determinación rusa… una vez más. Olvidamos que hace falta muchísimo esfuerzo para doblegar a una potencia. Y Rusia lo sigue siendo, aunque digamos que no lo es. Además, ha crecido económicamente durante la guerra, a pesar de las sanciones que se han revelado como un completo fracaso; pues Rusia reordenó su comercio hacia países no sancionados. China, India y Turquía son socios comerciales claves, y no son los únicos.
Tampoco es verdad que Putin no tenga apoyos internos. Más de un 80% de la población rusa aprueba su gestión (datos del Centro Levada, organización no precisamente afín al régimen y perseguida por Putin desde 2016). Estamos muy lejos de un levantamiento popular en Rusia.
Las guerras finalizan cuando las partes en conflicto asumen que el coste de la opción militar es superior a los objetivos estratégicos que pretenden. O que pueden alcanzar estos más satisfactoriamente en una mesa negociadora que en el campo de batalla. O que es mejor perder algo o no ganar todo que continuar la batalla. O cuando los suministradores de la guerra digan basta. Y aquí irrumpe el factor Trump.
Si la guerra finaliza ahora, Rusia no logrará su objetivo máximo: la conquista total de Ucrania y detener su acercamiento al mundo occidental; pero conservará los territorios ya anexionados (Crimea, Zaporiyia, Donetsk, Lugansk y Jersón). Ucrania no recuperará su integridad territorial, cederá aproximadamente el 20% de su territorio; pero salvará su soberanía y detendrá la sangría. Ninguna de las dos partes podrá esgrimir un triunfo total ni una derrota decisiva. Las guerras suelen acabar así. La victoria total que reclamaba Zelenski envalentonado por las complacencias que recibía en las cancillerías occidentales ha dejado de ser una opción realista, si alguna vez lo fue. Así, lo mejor es evitar una derrota total.
Probablemente, el plan de paz auspiciado por Trump implicará la cesión de territorio a Rusia y la renuncia ucraniana al ingreso en la OTAN a cambio de un sistema de garantías que tranquilice al país invadido y evite la tentación rusa de volver a intentarlo. Las garantías de seguridad son el principal desafío del alto el fuego. Si el ingreso en la OTAN es inimaginable, la alternativa son acuerdos bilaterales de cooperación en materia de seguridad con países occidentales que mitiguen en algo la no pertenencia euroatlántica y acerquen a Ucrania a las estructuras de seguridad europeas.
Deberá conformarse con la cláusula de asistencia mutua del artículo 42.7 del TUE en lugar de la defensa colectiva del artículo 5 de la OTAN. Ciertamente no es lo mismo, pero es lo único posible. ¡Y gracias!, porque la adhesión a la UE no deja de expresar un voluntarismo político comunitario nada desdeñable.
Rusia interpreta la guerra como una confrontación más amplia contra un Occidente que, después de la Guerra Fría y en un momento de extrema debilidad, le impuso una arquitectura de seguridad que le privó de una zona de amortiguación que considera crítica para su seguridad. Una potencia ha de contar con garantías de seguridad. Son las normas de la geopolítica; eso fue la Europa del Este, socialista, para la URSS tras la Segunda Guerra Mundial. Churchill y Roosevelt lo supieron bien. Así, lo relevante no serán las negociaciones entre Ucrania y Rusia; sino entre esta y EE UU.
¿Y Europa? No nos sentaremos en la mesa principal de la negociación; es lo que tiene haber delegado nuestra seguridad en EE UU durante décadas. Europa se hará cargo de una parte relevante de estas garantías para sostener un eventual alto el fuego que disuada a Rusia de ataques futuros, quizá mediante una duradera misión de mantenimiento de la paz. Y costearemos, por supuesto, la mayor parte de la reconstrucción y recuperación socioeconómica de Ucrania.
Y en algún momento, por imposible que ahora parezca, habrá que normalizar las relaciones con Rusia para establecer una nueva arquitectura de seguridad paneuropea que reconozca la indivisibilidad de la seguridad y genere confianza mutua. Deberemos incorporar a Moscú al futuro orden de seguridad europeo, o simplemente no lo habrá.
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