Tiempos inquietantes
Nada de lo que está pasando estaba previsto: Trump, la guerra en Ucrania o el ataque a gran escala de Hamás a Israel
Después de los horrores de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría hemos vivido en Europa y en el mundo, en términos comparativos con ... otros tiempos, unos años en los que todo parecía progresar en un proceso paulatino y constante de mejoras económicas, sociales y políticas hasta la invasión de Ucrania -denominada en la neolengua del putinismo «operación militar especial»- iniciada el 24 de febrero de 2022, que encendió todas las luces rojas y todas las sirenas de alarma, y pronto cumplirá dos años.
Escribía hace unos días Thomas L. Friedman ('The New York Times') que desde que supo que en 1947 Walter Lippmann popularizó el término Guerra Fría, con el que hemos denominado el conflicto ideológico y de bloques sostenido entre la Unión Soviética y Estados Unidos, ha estado buscando un nombre para nuestra época histórica. Aunque no ha logrado un apelativo que le convenza, provisionalmente ha adoptado para referirse a nuestra época la expresión «este no era el plan». O sea, «nada de lo que está pasando estaba previsto».
No estaba prevista una guerra ruso-ucraniana que lleva dos años creando destrucción y muerte en el corazón mismo de Europa, que compromete la prosperidad, la previsibilidad y las posibilidades de desarrollo y progreso alcanzadas desde la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 (pronto cumplirá 35 años).
Tampoco estaba previsto que en la democracia más antigua del mundo surgiera un fenómeno político como Donald Trump -con la categoría política de un Gil y Gil 'made in USA'-, que tiene la manifiesta voluntad de hacer lo que sea preciso para volver a la presidencia de Estados Unidos; a saber: corromper y amedrentar a su propio partido -el Great Old Party- traicionar la venerable Constitución americana, jalear el asalto al Capitolio, realizar manejos y amenazas para alterar fraudulentamente el resultado electoral y definir una futura presidencia como un poder exento de controles judiciales y parlamentarios.
Tampoco estaba previsto que, casi 50 años después de la Guerra de Yom Kippur de 1973, Israel haya sido nuevamente sorprendido por un ataque militar en toda regla con bombardeos masivos con cohetes -miles de cohetes- del territorio israelí, incursión de milicianos de Hamás en Israel, captura y asesinato de civiles y militares judíos. Un sorprendente recordatorio de que la supuesta estabilidad en Oriente Próximo es un espejismo.
La prensa israelí ha valorado el impacto psicológico sobre su país como lo que supuso la conmoción del 11 de septiembre en Estados Unidos. 'Bibi' Netanyahu se ha crecido ante el ataque, como cabía esperar, y ha declarado formalmente la guerra contra Hamás con palabras airadas que auguran un incremento de la violencia destructiva: «Les haremos la guerra con un poder y una escala que el enemigo aún no ha conocido (...), pagarán un alto precio», ha dicho.
Esta agresión a gran escala, seguramente, unirá a Israel detrás de su Gobierno y cancelará los movimientos de oposición contra los cambios judiciales propuestos por Netanyahu. La nueva situación dará al primer ministro la cobertura política que necesite para hacer lo que quiera. Pintan espadas... y bastos. Si en verdad el impacto psicológico de este ataque para Israel es similar al del 11 de septiembre para Estados Unidos, el efecto será también similar: guerra a gran escala. Israel y Netanyahu se han mostrado hasta ahora muy cautelosos a la hora de enviar fuerzas terrestres a Gaza, a sabiendas de que ese pequeño territorio superpoblado y trufado de búnkers y de armas es una ratonera.
Incluso en 2002, cuando Ariel Sharón era primer ministro y aplastó las guerrillas palestinas en Cisjordania, evitó enviar fuerzas adicionales significativas a Gaza, a pesar de que en aquel entonces tenía asentamientos israelíes en la zona. Israel retiró unilateralmente a sus soldados y ciudadanos de Gaza en 2005. Con esa retirada se desentendió de la Franja. No estaba previsto, pero eso va a cambiar.
Hamás no ha dejado claro por qué ha decidido atacar ahora, pero muchos observadores definen esta acción como una respuesta a los nuevos vínculos de Israel con el reino saudí, que ha estado negociando un supuesto tratado de defensa con Estados Unidos a cambio de normalizar sus relaciones con Israel, en detrimento de los palestinos. Arabia Saudí nunca ha reconocido al Estado de Israel desde su fundación en 1948, pero recientemente el príncipe Mohamed bin Salmán, que gobierna en nombre de su tío el rey Salmán bin Abdulaziz, ha hecho públicas afirmaciones de que alguna clase de acuerdo con Tel Aviv era actualmente posible. Eso ya no será así.
No estaba previsto, pero arrecian los vientos de guerra en el mundo.
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