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Quizá sea por mi condición de abogado, pero tengo la impresión de que se está generalizando entre nosotros un demagógico e inquietante desprecio de los ... valores del Estado de Derecho, y una exaltación politiquera de la mera voluntad partidista como fuente de toda legitimidad, con menosprecio de los valores constitucionales, de los procedimientos legislativos y de la separación de poderes.
Un ejemplo de esa demagogia politiquera se ha desatado con motivo de la condena de Marine Le Pen, recurrible, por hechos perfectamente probados, por malversación de fondos del Parlamento Europeo que durante años fueron desviados para financiar la actividad de su propio partido en Francia, y que desde ciertas posiciones demagógicas quiere presentarse como una mera maniobra contra la veterana política.
El viejo Frente Nacional cambió de nombre bajo la dirección de Marine Le Pen por Reagrupación Nacional (RN) y eliminó parte del conservadurismo moral de la formación, como la oposición al aborto o a los homosexuales. Bajo Marine Le Pen, todas las referencias a la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el imperio colonial de Francia han sido escrupulosamente evitadas. Cuando era Frente Nacional adoptó un lema que se hizo famoso: «Cabeza alta, manos limpias». La propia Marine Le Pen hizo bandera de la lucha contra la corrupción y promovió «la inelegibilidad de por vida» para todos los políticos condenados por malversación de fondos públicos, empleos ficticios y favoritismos.
De hecho, ella misma y su partido votaron a favor de la ley en virtud de la cual se le impone ahora una pena de inelegibilidad por malversación de fondos públicos; ella misma aprobó la norma que establece el delito aun cuando la malversación se haga para financiar al propio partido y no con ánimo de lucro personal. Quizá pensó que esa disposición era buena para los demás, pero no para ella misma.
La desviación de fondos ideada y realizada por Marine Le Pen y otros miembros de su partido se estima en 4,1 millones defraudados durante más de once años, a lo largo de tres legislaturas en el Parlamento Europeo. 'Pas mal'.
La sentencia condenatoria del Tribunal Correccional de París es perfectamente congruente con la ley. Y Francia es, desde luego, una democracia regida por el Estado de Derecho, como queda perfectamente demostrado por ese veredicto.
La mentalidad política, o politiquera, lo invade todo, el político de 'mitin y tentetieso' no ve más que 'amigos' o 'enemigos', y no puede pensar ni entender que una decisión judicial que le contraríe no tenga como única razón la animadversión política. Todo es político para el que solo piensa en términos partidistas: el que no está conmigo está contra mí.
El, patéticamente célebre, presidente Donald Trump es quizá el máximo exponente de esta mentalidad politiquera, un personaje que jaleó a sus seguidores para que asaltaran el Capitolio, destruyendo bienes públicos, provocando cinco muertos y centenares de heridos, para intentar interrumpir el recuento del Colegio Electoral y tratar de negar la legitimidad de la proclamación de Joe Biden. Y que ha enfrentado condenas, imputaciones y casos penales en el camino hacia su reelección el año pasado, pero que ha terminado beneficiándose de la falsa percepción de que estaba siendo perseguido (sic). En Estados Unidos Trump no ha tenido empacho en pedir la destitución de los jueces que se han atrevido a dictar sentencias contra él y los ha llamado «lunáticos».
¿No hemos escarmentado de los horrores que se desencadenaron en la Europa del siglo XX a partir de las ideologías totalitarias de izquierdas y de derechas que, en nombre de la nación, de la raza o de la dictadura del proletariado, despreciaban el humanismo democrático y liberal? ¿Hemos olvidado, tan pronto, que una vez que desaparece el Estado de Derecho se abren las puertas para cualquier poder tiránico?
El inefable Matteo Salvini, viceprimer ministro italiano, ha acudido en apoyo de Le Pen contraponiendo democracia e imperio de la ley. Y por supuesto Viktor Orbán, primer ministro húngaro, tampoco se ha privado de apoyar a la líder de RN. «Je suis Marine», publicó Orbán en la red X. No ha faltado nadie en este velatorio, el mismo Dmitri Peskov, portavoz del presidente ruso Vladímir Putin, ha llegado a denunciar la condena a Le Pen como una «violación de las normas democráticas» (sic).
Lo que es irrebatible es que ha quedado acreditado, tras una prolongada investigación y con pruebas detalladas, que Marine Le Pen es autora directa de la malversación de millones de euros de fondos de la UE para financiar a su partido en Francia.
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