El consenso por el cambio
El centro de la batalla es la batalla por el centro. En ella se empeñan EH Bildu, con su inclusivismo pactista, y el PNV con un renovado discurso socialdemócrata
Ion Ansa Mendizabal
Miércoles, 7 de febrero 2024, 00:02
En las elecciones al Parlamento vasco de 2020, PNV y EH Bildu sumaron el 67% de votos a candidaturas, siete puntos más que en 2016. ... En las forales de 2023, entre ambas formaciones acapararon el 64,50% de los votos, nueve puntos más que en las forales de 2015. En las generales de 2023 llegaron al 48%, nueve puntos más que en 2016 (aunque con una ligera bajada respecto a 2019). La tendencia parece clara: los últimos nueve años, desde el momento en que el sistema de partidos vasco se actualizó con la llegada de Podemos, PNV y EH Bildu, los dos partidos más votados en casi todas las elecciones de la CAV, tienen una cuota cada vez mayor de votantes.
Aunque esta tendencia se haya ralentizado en 2023 a causa de las bajadas que el PNV está experimentando (pérdida de ocho puntos en las generales respecto a 2019 y otro descenso de casi cinco puntos respecto a las forales del mismo año), las subidas de EH Bildu en el mismo periodo (de más de cinco puntos en ambos casos) compensan, a la vez que reequilibran, la foto general. Las dos grandes fuerzas políticas vascas nunca habían tenido tanto poder electoral relativo.
Si analizamos su implantación territorial, tomando como base las circunscripciones forales con datos de las autonómicas de 2020, nos encontraremos que, sumados ambos partidos, superan el 50% de apoyo en todas las comarcas electorales. Destaca Deba-Urola con el 80%, le siguen Busturia-Uribe con el 74,5% y Durango-Arratia con el 71,5%, mientras Gasteiz se sitúa a la cola con un 52%. Por provincias, Gipuzkoa es donde más votos tienen, el 71,7%; le sigue Bizkaia con el 66,50% y cierra la lista Araba con un 57%, que es la que tiene la mayor mejora, que llega hasta los once puntos de subida en las elecciones autonómicas. La tendencia, por lo tanto, es general y es sólida.
Junto a esto, la distancia entre los dos partidos se ha achicado notablemente: entre 2016 y 2020, en las elecciones autonómicas se redujo en cinco puntos, pasando de 16 a 11 (el límite de una alta competitividad lo podríamos situar en 10); entre las forales de 2019 y 2023 se redujo en nueve puntos, pasando de ser de 15 puntos a apenas 6; en las elecciones generales de 2023, EH Bildu rebajó la distancia respecto al PNV en más de 13 puntos llegando al empate técnico.
No es de extrañar que, en consecuencia, se empiece a especular con un escenario en el que la política vasca sería una 'cosa de dos'. Nada más lejos de la realidad. La gobernanza vasca pasa necesariamente por alianzas que anacrónicamente se definirían como 'transversales'. Esto tiene que ver con la forma en la que las reglas institucionales y las estrategias de los partidos convierten la voluntad popular en gobierno. El sistema electoral de la comunidad autónoma vasca es una suerte de 'federalismo proporcional': cada circunscripción tiene el mismo tamaño y es proporcional, pero no responde al peso demográfico proporcionalmente, como es sabido. Esta circunstancia favorece a la provincia que menos dominan PNV y EH Bildu, y donde más partidos relevantes hay: Araba. Además, en un sistema multipartidista (cada vez menos polarizado, si es que lo está ya en absoluto), es fundamental el papel del aliado. Dos polos de atracción como son el PNV y EH Bildu deben complementar las fuerzas propias con las cercanas.
Todo esto hace que el centro de la batalla sea la batalla por el centro. En eso están empeñados los dos grandes partidos vascos: EH Bildu con un inclusivismo pactista y el PNV con un renovado discurso socialdemócrata. Pero no se cometa la ingenuidad de considerar el centro como una 'media ideológica' de la ciudadanía vasca. El centro, hoy, es el cambio. Los viejos clivajes (divisiones) de la sociedad vasca y las metáforas que en ella han operado (izquierda/ derecha, nación vasca/ constitucionalismo, posición ante el conflicto vasco) no han desaparecido, pero se han relativizado y complejizado.
Por eso, se equivocaría el PNV si actuara como si la 'desdiabolización' de EH Bildu no hubiera ocurrido y se aferrara al viejo escenario: esto sería defensivo e ineficaz, como lo han demostrado las últimas contiendas electorales. Se equivocaría, también, EH Bildu si ofreciera al PNV formar parte de los cambios políticos que el país necesita porque esa es, precisamente, la inteligente estrategia de la 'hipótesis Pradales': mover el eje de competición de 'continuidad contra cambio' a 'cambio contra cambio', admitiendo el consenso central. Y se equivocarían los dos si trataran un sistema de partidos que no es bipartidista como si lo fuera. Esto significa que no es necesario que ambos se parezcan cada vez más en fondo y forma (uno de los rasgos del bipartidismo) sino que acierten a ofrecer una caracterización propia y bien diferenciada del cambio. Quien sea más creíble haciéndolo, ganará.
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