Bittor Kapanaga, raíz y desarrollo del euskera
El pensador e investigador de Otxandio, nacido hoy hace un siglo, propugnaba analizar los modelos del pasado para avanzar
Hace un siglo, el 15 de octubre de 1925, nació Bittor Kapanaga, pensador e investigador de Otxandio que vivió para explorar las raíces del euskera. ... Decía que estudiar la antigüedad podría conducir a nuevas estructuras para el mundo del futuro. Pero al adentrarnos en la antigüedad también corremos el riesgo de perdernos si no la contextualizamos de manera acertada. El redescubrimiento del pasado nos abre nuevas perspectivas, y así era como Bittor Kapanaga estudiaba a las generaciones anteriores.
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Los pueblos antiguos tienen como ejemplo el mito y la mitología, y es obvio que traerlo a la actualidad nos llena de curiosidad, porque lo consideramos un misterio y el misterio siempre es atractivo. Pero, en el soporte vital de permanencia, ¿cómo pudo un pueblo antiguo sobrevivir durante siglos y demostrar a la generación actual que sigue vivo y en buen estado? En primer lugar, porque tiene raíces profundas, y analizándolas siempre puede aportarnos cosas nuevas y extraer avances válidos.
El patriarcalismo nos trajo el mercantilismo y, por el contrario, tenemos en nosotros modelos e imágenes sensatas del matriarcalismo de gran valor que debemos trabajar de forma duradera. En opinión de Kapanaga, nos encontramos ante las huellas de la transición de la sociedad patriarcal a la matriarcal. En la transición de AR a UR. AR (masculino). UR (femenino)».
Tomará tiempo medir la profundidad de este cambio y también puede generarnos temor, afirmaba. En su opinión, para desarrollar el presente con miras al futuro es necesario examinar el pasado. «Aquí estamos, reconstruyendo las raíces y los mitos de nuestro pasado y, quizás, con ello, atrayendo las riendas de la justicia maternal».
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Hay voces y mensajes que exigen cambios y nuevos paradigmas. Según Bittor Kapanaga, «aunque las cosas avanzan rápidamente, en materia histórica todo avanza lentamente». En el enfoque que él adopta, un siglo no es nada y es necesario que analicemos los modelos del pasado para avanzar.
Pero por encima de todas las ideas, pensamientos y precisiones filológicas, filosóficas o antropológicas, la estructura de nuestra vida cotidiana reside en las decisiones políticas y en esto la economía es el eje del progreso y de la estructuración del mundo. Sería aconsejable que actuáramos con una perspectiva que nos llevara a un comportamiento más equilibrado, justo y beneficioso, y en palabras de la exministra de Ciencia e Innovación Cristina Garmendia, «debemos potenciar la economía de los cuidados impulsando la innovación humana».
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Bittor Kapanaga daba a nuestras preguntas respuestas concretas. Era un arquetipo vinculado desde hace mucho tiempo al instinto de pensamiento vasco. Xabier Quintana lo llamaba «rara avis», porque Kapanaga no quería estar en el ámbito cerrado del funcionariado que utilizamos en las tareas de la sociedad actual. «Quien nace libre, debe vivir libre», ese era su lema, pero sentirse libre y vivir libre tenía un alto precio: tener que vivir bajo el signo de la soledad y ser el espejo de la incomprensión e infravaloración de muchos.
Conociendo el funcionamiento del mundo, analizándolo bien, vivir fuera de sus estructuras no es nada fácil. Y así vivió en su Oihandi-Otxandio. Bittor era un árbol ligado a la tierra y desde que nos dejó, en memoria de él, hemos emprendido varias iniciativas para difundir su pensamiento y sus análisis.
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Recuerdo la maravillosa película 'Dersu Uzala', de hace ya medio siglo, que me conmovió. Dersu Uzala, que vivía en la vasta región boscosa de Ussuri, en el este de Rusia, amaba la tierra y el bosque. Veía ciertas similitudes de su personaje en Kapanaga, que no era un cazador de animales y pájaros como Dersu Uzala, sino un cazador de palabras, explorando las novedades que nuestra lengua, nacida del significado de las raíces, podía aportarnos.
Bittor empleó palabras sensatas: «Creo que debemos dejar una buena herencia, de la misma manera que nuestros predecesores dejaron para nosotros y nosotros para nuestros descendientes; esto es similar al nacimiento y la muerte de la naturaleza: nos vamos, pero dejamos algo que queda perenne». Así pues, si en el principio era la palabra, y la hemos ido construyendo desde las raíces, sigamos manteniéndola y cultivándola en el presente y en el futuro.
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