¿Qué hacer con Vargas Llosa?
El Nobel, que perdona las «payasadas» de Bolsonaro, reveló en 'El sueño del celta' al mártir del panteón homosexual Roger Casement
Goio Borge
Activista LGTBI
Sábado, 25 de febrero 2023, 00:04
El sueño del celta' es una novela de Mario Vargas Llosa publicada alrededor del momento en que le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura. ... Los lectores de Vargas Llosa nos podemos reconocer: es una novela sobre un personaje histórico, es desmitificadora como su obra anterior, mantiene un humanismo vibrante y retrata bien el colonialismo y la independencia política y económica de los pueblos. Mario Vargas Llosa publicó este esfuerzo de resultados convincentes en 2010, con 74 años, y tras sus mutaciones políticas, que ya analizaba Rafael Rojas en 'La polis literaria'. De hecho, la pregunta arrogante que preside este texto me la he hecho con varios amigos degustadores clásicos de la obra excelsa que ha escrito Mario Vargas Llosa en los últimos sesenta años. Sus opiniones políticas actuales o sus preferencias en las elecciones de diferentes países latinoamericanos casan mal con obras como 'La guerra del fin del mundo' o 'La fiesta del chivo'.
'El sueño del celta' probablemente no ayude a resolver esta cuestión. Cuenta la historia de Roger Casement, personaje real, irlandés protestante, que con 20 años se embarca en labores comerciales por África y colabora como colonizador entusiasta de Congo, pero siendo más tarde cónsul británico acaba investigando los abusos del Gobierno de Leopoldo II en la explotación del caucho y publica un informe al respecto. Luego realiza algo similar en las caucherías del Amazonas alrededor de Iquitos.
Tras el reconocimiento por parte del Gobierno británico por su defensa de los derechos de estos trabajadores explotados, se alinea con la causa independentista de Irlanda frente a precisamente el Ejecutivo para el que trabajó por décadas, para acabar preso y condenado a muerte tras el alzamiento independentista irlandés de Semana Santa de 1916.
Vargas Llosa opina, en el epílogo del libro, que la homosexualidad de Casement fue fundamental para su sentencia, ya que los diarios de Casement -que el Nobel considera afectados de coprolalia, la tendencia patológica a expresar obscenidades- se publicaron cuando el Gobierno británico decidía la ratificación de su condena, con la sospecha añadida de que su contenido pudiera haber sido exagerado. Vargas Llosa tarda en realidad en entrar en el tema: Casement no sale con mujeres, pero hacen falta doscientas páginas para que el autor sea explícito al respecto.
Sus opiniones políticas actuales casan mal con obras como 'La fiesta del chivo' o 'La guerra del fin del mundo'
Al lector avezado en estas cuestiones, la ausencia del 'pequeño detalle homosexual' en una novela que describe la psique íntima del protagonista y sus motivaciones le suena a evitar el tabú. Pero Vargas Llosa juega bien con el interés y afronta finalmente con un calado apropiado la descripción de pasión, represión y frustración amorosas consecuentes con la época y personaje, que encuentra una libertad sexual inesperada lejos de la Europa mojigata y moralista del momento.
Vargas Llosa no sigue el tópico del realismo mágico respecto a la fantasía de la selva indómita habitada por seres fabulosos. No es así: la habitan negros e indios esclavizados por colonizadores explotadores y asesinos muy humanos y concretos que no vienen de extraños lugares ni tienen intereses mágicos. Vargas Llosa es crudo en la descripción de los horrores cometidos en la explotación del caucho, y la exuberancia de la selva no oculta misterios insondables, sino miseria y terror. La crueldad y codicia de la explotación colonial de Congo y el Amazonas tienen sus paralelismos contemporáneos en la desforestación del bosque tropical, en la extracción de coltán o en los vertederos electrónicos. Por ello es difícil entender que un autor aún con estos intereses prefiera que gobierne Brasil un golpista homófobo apologeta de la violación sin problemas en vender las tierras de los indígenas a las 'nuevas caucherías' del mundo moderno.
¿Y cuánto de esta deriva hay en el empeño tenaz de Vargas Llosa por añadir matices a la necesidad de distinguir entre el autor y su obra? El escritor interpreta ahora el papel de 'celebrity' despechado por la sociedad del mejor papel cuché, que parece repentinamente haber descubierto como si fuera un amante novel. Un inmortal, un supuesto vindicador de la alta cultura, que ha escrito un relato que no se diferencia en su intención de un 'trap' vengativo, o que elogia a un defraudador fiscal relevante.
Roger Casement, insigne mártir del panteón homosexual, que dedicó su vida a una forma pionera de activismo subvencionado en favor de los derechos humanos, ha sido irónicamente revelado al siglo XXI por un autor capaz de perdonar las «payasadas» de Jair Bolsonaro. Esta novela no contiene el mismo genio del pasado, pero sí oficio suficiente: sirve sobre todo para seguir haciéndonos cruces sobre la naturaleza humana, sea irlandesa o peruana.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión