Generación dependiente
La manera de afrontar una situación de deterioro físico o cognitivo, digamos la verdad, depende de la capacidad económica familiar
rafael carriegas robledo
Miércoles, 22 de junio 2022, 00:27
Hace casi 130 años, concretamente en 1894, se estrenó la zarzuela 'La verbena de la Paloma'. Una de las coplas de esta divertida comedia que ... más fortuna ha hecho con el paso del tiempo es aquella que dice: «Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad… es una brutalidad… es una bestialidad». Hace más de 130 años que se lleva certificando el extraordinario avance de la ciencia y, en concreto, el vertiginoso desarrollo y perfeccionamiento de la medicina. Afloran sin pausa increíbles logros científicos que inmediatamente generan esperanzadoras expectativas sanitarias, que a su vez activan un nuevo ciclo virtuoso que hace posible derribar nuevas barreras que permiten alcanzar, de nuevo, inimaginables logros, y así sucesivamente.
Nos hemos acostumbrado a esta veloz suma de hitos magníficos y unánimemente nos sentimos orgullosos. Ya nos parece que la inmortalidad no es un sueño imposible, sino que, a lo mejor, está al alcance de la mano. Para cuadrar el círculo faltaría que no solo se lograra la inmortalidad, sino que se consiguiera con la edad que cada cual deseara, aquella en la que prolongar el estado óptimo de felicidad, aquella que normalmente no coincide con la del deterioro, la enfermedad o la dependencia.
Los avances científicos, efectivamente, adelantan que es una barbaridad y todos nos felicitamos por ello, pero merece la pena reflexionar sobre algunas de sus consecuencias. El deterioro que nos reporta el paso de los años, sea físico o cognitivo, resulta ser un proceso natural del ser humano que, sinceramente, aceptamos de mal grado. No se escuchan tambores y trompetas cuando llega el deterioro. Se trata de un asunto del que mejor no hablar y que llegado el momento escondemos, disimulamos y sobre todo justificamos. Nosotros somos inocentes, no tenemos culpa, pero indefectiblemente el deterioro y sus consecuencias llegan.
La Administración se complace emitiendo excusas presupuestarias
Además, el deterioro físico o cognitivo desemboca en un elevadísimo número de casos en el deterioro social. Llega la enfermedad de la soledad. Muchísimas personas, mayoritariamente viudas con exiguas pensiones, apenas salen de casa, se alimentan de cualquier manera, racionan la calefacción, la luz, la higiene y el alimento, no reciben llamadas ni interaccionan con casi nadie, solo hablan al televisor, no viven experiencias nuevas y por tanto no tienen nada que contar, lo que las hace experimentar el sufrimiento de su pérdida de valor social y padecer de manera dolorosa la fría soledad.
Y con el deterioro en cualquiera de sus formas llegan la enfermedad y la dependencia. Y ahí aparecen los avances científicos llevados a la medicina que, incansables, abordan toda suerte de actuaciones asombrosas que permiten alargar sin aparente límite la vida de las personas. Paliamos médicamente con gran determinación innumerables padecimientos y patologías vinculadas al deterioro físico, pero, inmediatamente y casi sin darnos cuenta, abrimos de par en par las puertas a la dependencia. Tampoco se escuchan vítores cuando aparece la dependencia. Y, de nuevo, tanto los protagonistas directos como sus hijos y allegados, especialmente aquellos que desempeñan una responsabilidad directa, afrontan un nuevo reto de características imprevistas, de gestión traumática y de conclusión imprevisible.
Debe recordarse que el concepto genérico 'los hijos' nos evoca, evaluando el vocablo, a personas jóvenes, pero en la situación actual 'los hijos' son, en su mayoría, personas de edad avanzada - con padres octagenarios o nonagenarios, cuando no los ya habituales centenarios- que ya comienzan su propia curva de deterioro, enfermedad y dependencia. Un complejísimo círculo de fragilidad compartida. La generación dependiente.
La manera de afrontar cada situación concreta tiene que ver, digamos la verdad, con la capacidad económica y de ingresos de cada grupo familiar. Algunos de los que disponen de recursos recurren a centros de cuidados especializados, otros contratan a 'chicas' - sin formación conocida- que les permitan compartir la situación, si acaso por turnos; otros, los más, lo pasan mal. Realmente mal. Llega el sufrimiento de la dependencia.
Se juntan en una situación de terrible e injusto vértigo la dependencia, la soledad y los límites económicos. La sufriente generación dependiente. La Administración pública se autocomplace dictando gélidos decretos o emitiendo excusas presupuestarias, pero lo cierto es que las personas que más lo necesitan, aquellas que tanto nos han dado a todos, esperan pacientes, en medio del frío, la enfermedad, la dependencia y la soledad, una llamada de la Administración pública que les permita morir en paz.
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