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Cuando, al inicio del año, hacíamos la previsión para 2024, hablábamos de urnas, armas y crecimiento bajo. Ahora que acaba, sabemos que por ahí han ... ido los tiros. Trataremos de quedarnos con aquello de lo ocurrido este año, que pueda influirnos en 2025.
Empezando por las urnas: sobresale la elección de Trump, porque nunca un presidente entrante había influido tanto y tan pronto. Tiene al mundo en vilo, con su gobierno de leales, cuajado de millonarios, profesionales y élite tecnológica. En cuanto a Europa, la maniobra de Macron ha generado confusión, lo que, unido al fin del Gobierno tripartito en Alemania, nos deja un motor gripado para abordar los retos europeos. Mención aparte merece la elección rumana, anulada por su Tribunal Constitucional por la injerencia de la tecnología digital rusa, que deja la interrogante de cómo defendernos de estas cosas. Finalmente, Reino Unido, donde ganaron los laboristas, que parecen acercarse a la UE.
En segundo lugar, repasando las armas: la guerra en Ucrania, que tanta factura nos ha pasado, va por su tercer año y el cansancio y la llegada de Trump traerán una negociación, más pronto que tarde. En Oriente Próximo, 2024 ha vivido un desprecio por las convenciones internacionales y por las víctimas civiles. En cuanto a Siria, cuesta creer que una coalición rebelde llegue a Damasco en once días, sin pensar en algún tipo de acuerdo entre potencias que lo haga posible. Turquía gana enteros y Rusia parece retirarse, aunque resta saber el precio, que quizás un futuro acuerdo en Ucrania pueda explicar. Habrá que ver qué pasa con Irán, y seguir de cerca la política de Trump. Queda pendiente saber si Siria será una oportunidad para ordenar la zona o justo lo contrario. Para concluir, sigue la olvidada contienda en Sudán.
En cuanto a la economía, la mejor noticia es el control de la inflación, que puede permitir algún recorrido a la baja en el precio del dinero, lo que supone más consumo. Otra buena noticia será la caída del precio de los alimentos, pero aviso para navegantes: volveremos a la reducción de los déficits, con más impuestos o menos gastos, ambas medidas de difícil ejecución, máxime cuando debes aumentar el presupuesto de defensa. El PIB mundial crecerá solo un 2,5%, con alguna mejoría en Europa y mercado plano en los países emergentes.
En cuanto a la geopolítica, seguirá marcándole el paso a la economía, más aún con la amenaza arancelaria. Las cadenas de suministro se fragmentan y el tránsito a un nuevo orden internacional ya está abierto, porque Occidente pierde peso económico y liderazgo moral, mientras China lidera el sur global, que nos antagoniza. Por ello, el sistema multilateral seguirá crujiendo, hasta que los nuevos se hagan con un sitio en él. Flota en el ambiente un aroma a riesgo para 2025, porque Trump es impredecible y llega a un mundo peligroso, donde la observancia de las leyes globales está en declive. Algunos llaman 'el cuarteto del caos' a las cuatro autocracias: China, Rusia, Irán y Corea del Norte, que aprendieron a colaborar eficazmente para eludir las sanciones y endurecen ahora su acuerdo para desafiar a Occidente.
La clave pasa por ver cómo encara el estadounidense la relación con China, porque son rivales pero con intereses comunes. EE UU puede vedarle solo su tecnología o buscar cerrarle todos los caminos. Por su parte, Pekín domina el suministro de minerales críticos para producir tecnologías verdes y puede responder con ello. Lo más razonable puede ser convivir con China y tratar de romper ese cuarteto incómodo, separando a Xi de Putin. Además, en un escenario radical, Trump puede enfrentarse a una crisis seria en Taiwán o en el mar de China Meridional y no está clara su postura. Quizás veamos pronto una prueba, con su posición en la crisis que se larva en Filipinas.
El problema de fondo es que crece la amenaza global, pero se reduce el poder norteamericano para gestionarla. Si Trump se centra en su país y olvida el orden multilateral, volverá a dejar espacio libre a China, que ya ha demostrado que sabe aprovechar el regalo. Si además ningunea a los aliados occidentales y pone patas arriba la OTAN, entonces la UE deberá replantearse su rol, crecer de golpe y hacerse mayor, para convertirse en un actor geopolítico de verdad, pagándose el viaje.
En todo caso son muchos los retos europeos en 2025: la posible negociación en Ucrania, la guerra arancelaria, la propuesta de Mario Draghi e impulsar una política exterior y de defensa europea. Sin olvidar la llamada de atención de la automoción, que puede ser un aviso anticipado de la industria para que la UE no confunda deseos con realidades y revise exigencias y calendarios. Muchos retos para poco liderazgo, salvo Ursula von der Leyen, que afianza la posición en América Latina con el tratado Mercosur, lo que nos dará una mayor entrada para las empresas, a cambio de soliviantar a la agricultura.
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