Los directivos en su laberinto
Las empresas y los que las dirigen, aparte de ganar dinero, deben tener alma. Pero no en un mero plano teórico, sino de verdad, en su praxis diaria
A finales de septiembre acudí a dos convenciones muy interesantes sobre el ámbito empresarial. Una de ellas era de ámbito autonómico, celebrada en Azkuna Zentroa, ... y otra de ámbito estatal, en el BEC. Participaban buena parte de las empresas y de los directivos más importantes de ambos contextos. Por otra parte, Roberto Velasco escribió hace unos años un interesante libro titulado 'Los economistas en su laberinto' y, como bien sabemos que ni todos los directivos empresariales son economistas ni todos los economistas se dedican a dirigir empresas, me he permitido titular el artículo refiriéndome a directivos empresariales en general.
De los ponentes en ambas convenciones, subrayo su gran nivel y que tocaron todos los temas que hoy en día preocupan y ocupan, y no solo referidos al ámbito empresarial: geopolítica (invasión y guerras), inflación, crisis de suministros, emergencia climática, metaverso, robotización, transformación energética, demografía, valores, referencias a la Administración (seguridad jurídica, permisos administrativos, fondos europeos…).
Me voy a centrar en dos temas muy recurrentes, que especialmente y de alguna manera empiezan por 's': sostenibilidad y 'stakeholders' (grupos de interés).
Sostenibilidad. Se ha convertido en una palabra fetiche. Y viene siendo utilizada recurrentemente desde hace al menos diez años. En un principio hacía referencia, más bien, a temas relacionados con el medio ambiente. Ahora es mucho más transversal. Mi buena amiga y premiada empresaria Marta Areizaga, en su libro 'Sostén y bilidad', nos hace un repaso entre irónico y sarcástico, pero en cualquier caso constructivo, sobre el concepto. Sostenible tiene que ser la tesorería de una empresa, su balance, su accionariado, su contribución a la sociedad. Sostenible ha de ser la economía en general, los Estados en particular. Sostenibles tienen que ser las pensiones y debe ser el Estado de bienestar. Sostenible debe ser el planeta en el que vivimos. Sostenible, sostenible... todo tiene que ser sostenible.
'Stakeholders'. Es la denominación que, siguiendo las teorías del 'management', suele utilizarse hasta hablando en castellano. Lo que se quiere es expresar que debemos tener en cuenta en el ámbito de las decisiones mercantiles no solo a los accionistas ('shareholders') como tradicionalmente se ha preconizado, sino a todos los interesados (o afectados), es decir, a todos los grupos de interés: clientes, trabajadores, proveedores, administraciones públicas, entidades financieras, la sociedad circundante, el planeta.
Sobre ambas cuestiones ha habido una evolución muy positiva. La sostenibilidad se ha convertido en algo más que un objetivo, se ha transformado en una necesidad básica. Tener en cuenta a los grupos de interés, entre los que se subraya, sobre todo, a los clientes y trabajadores es hoy en día innegociable.
Pero no quiero dejar de mencionar algo que me dejó con sabor agridulce. Hablan los CEO y lo hacen muy bien . Hoy en día son como actores en un escenario. Los directivos se saben muy bien su papel y cómo llegar al auditorio. Pero ¿saben realmente cómo funcionan sus empresas? ¿Las lideran de verdad? ¿Dedican tiempo a saber qué se cuece en las oficinas y en las cadenas de producción? ¿Saben lo que el cliente quiere o prefieren crearle deseos que aún no conoce? Lo de la sostenibilidad y tener en cuenta a todos los interesados ¿son solo palabras o se traducen en hechos?
Conocemos algunos casos y hechos de algunas empresas que aguas abajo, lejos del ojo del amo, por sus canales de venta o atención al cliente, por ejemplo, no son todo lo atentas que pudiera parecer. Que hay quien encarga las memorias e informes, que a veces son obligatorios legalmente, sobre los temas, antes de RSC (Responsabilidad Social Compartida) y ahora de ESG (nuevas siglas en inglés para referirse a medio ambiente, social y gobernanza), a consultores externos y así cubre el expediente. Que no se cree nadie que tengan desatendidos a los accionistas por poner el foco en otros interesados, como alguno mencionó. Que hay quien vislumbra ilusionadamente el nuevo mundo del metaverso; pero lo hace como puro negocio propio, sin dar la impresión de pensar si las personas necesitamos universos paralelos o en qué nos pueden beneficiar. Que las diferentes fuentes de energía, como también el agua hoy en día, deberían tratarse como bienes de necesidad básica y no como generadores de plusvalías escandalosas.
Ya he dicho en alguna otra ocasión que las empresas y los que las dirigen, aparte de ganar dinero (que es condición necesaria), deben tener alma. Pero no en un mero plano teórico, sino de verdad, en su praxis diaria. Transmitir autenticidad, no porque se ensaye, sino porque se tenga.
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