
La llamada
La sintonía entre Trump y Putin indica que EE UU ya no es un aliado fiable para sus socios de la OTAN, sobre todo los europeos
Carlos Larrínaga
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Sábado, 15 de febrero 2025, 00:04
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Carlos Larrínaga
Historiador y politólogo. Catedrático de Universidad
Sábado, 15 de febrero 2025, 00:04
Aunque esperada, la conversación telefónica entre Donald Trump y Vladímir Putin parece que ha sorprendido a algunos analistas por su contenido. Ya lo advirtió el ... magnate en su campaña electoral: una de las primeras cosas que haría sería cortar la ayuda militar a Ucrania y terminar la guerra entre este país y Rusia. En la hora y media que señala el Kremlin que estuvieron dialogando ambos mandatarios, el aspecto fundamental fue, sin duda, acabar con la conflagración y sabemos que Putin echó mano de una de las mayores debilidades de Trump, la adulación.
Y es que a un individuo tan engreído como el multimillonario este defecto lo pierde y Putin, que es un tipo listo, apuntó que, posiblemente, con Trump en el Despacho Oval la invasión no habría tenido lugar. Es una afirmación que el presidente de EE UU repite. ¡Qué manera de regalarle los oídos! Igualmente, el dirigente ruso apeló al «sentido común», otra de las expresiones más empleadas por Trump.
Las respectivas invitaciones para visitar Moscú y Washington completaron la charla, y se emplazaron a encontrarse en persona en Arabia Saudí. A mi modo de ver, esta reunión puede ser decisiva para el proceso de paz, teniendo en cuenta la fascinación que Putin ejerce sobre Trump, tal como nos narró su exconsejero de Seguridad Nacional John Bolton en su libro 'La habitación donde sucedió', en el que este 'halcón' del Partido Republicano examina el caos imperante durante el primer mandato de Trump.
La admiración se debe a que uno y otro son autócratas, si bien el estadounidense con las cortapisas de un sistema democrático. A él le gustan los tipos duros y los ganadores, y no los perdedores como Zelenski. De ahí que la nueva Administración esté decidida a reconocer las conquistas de Rusia en Ucrania. Lo ha expresado con claridad el nuevo secretario de Defensa, Pete Hegseth, en Bruselas al afirmar que no considera realista volver a las fronteras de 2014. Y lo ha dicho delante del secretario general de la OTAN. Está claro que esto apunta a que Kiev tendrá que hacerse a la idea de que va a perder territorio, algo, por otro lado, que se veía venir desde el triunfo de Trump.
Semejante futuro de Ucrania ha causado malestar e incluso temor en muchos líderes europeos, al observar cómo Estados Unidos y Rusia acuerdan el futuro de una porción del continente como en la Guerra Fría. A este respecto, uno de los argumentos esgrimidos es que, si se reconocen las anexiones de la Federación Rusa, es posible que Putin quiera expandir su poder a otras zonas de Europa. A las naciones bálticas, por ejemplo. No creo que sea así. Desde que Estonia, Letonia y Lituania se independizaron no ha habido ni un solo embate militar de Rusia. De hecho, las tres están incorporadas a la Unión Europea y a la Alianza Atlántica y esto tampoco ha generado un conflicto bélico.
Recurrir al expediente del miedo en este caso no está justificado. En primer lugar, porque Rusia no tiene la suficiente población para llevar a cabo expansiones amplias y duraderas. Y, en segundo lugar, porque Putin ha insistido siempre en que sus líneas rojas son Georgia y Ucrania. Sin esta última, la Federación Rusa dejaría de ser un imperio.
No en vano el geógrafo inglés Mackinder habló de la teoría del 'heartland' o 'corazón continental', que coincidía prácticamente con la zona gobernada por el Imperio ruso primero y por la Unión Soviética después. Según el británico, «quien gobierne en Europa del Este dominará el 'heartland'; quien gobierne el 'heartland' dominará la isla mundial; quien gobierne la isla mundial controlará el mundo». Precisamente, la isla mundial abarcaría Europa, Asia y parte de África. Este planteamiento, no obstante, se fue modificando en función de los intereses de las grandes potencias pero, desde la perspectiva rusa, Ucrania es fundamental y no está dispuesta a ceder.
Hegseth descartó también la entrada de Ucrania en la OTAN, atendiendo no solo a los deseos de Putin, sino de intelectuales norteamericanos como Kennan, Kissinger o Mearsheimer. Estados Unidos no está dispuesto a enviar soldados a territorio ucraniano, por lo que las garantías de su seguridad, una vez llegado un acuerdo, correrían a cargo de los europeos. Si se desplegaran tropas de la OTAN, Hegseth indicó asimismo que no regiría el artículo 5º, la mutua defensa en caso de agresión. Lo que, desde mi punto de vista, supone que Washington ha dejado de ser un aliado fiable para el resto de socios de la Alianza, en especial, los europeos. A Washington solo le importa recuperar el dinero gastado en Ucrania, calculado en unos 350.000 millones de dólares por Trump. Las 'tierras raras' existentes en su suelo podrían servir de compensación ante las dificultades que ahora plantea China en ese mercadeo. De todo lo cual se deriva que estamos nuevamente ante un Donald Trump en estado puro.
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