Las buenas noticias también existen

Cuando era más joven me gustaba escuchar la radio por la mañana. Lo hacía tras levantarme temprano, mientras me aseaba y desayunaba y también después, cuando iba en coche, bien a estudiar o bien a trabajar. Pero hubo un momento en que decidí sustituir el oír noticias por escuchar música no estruendosa. ¿Qué ocurría? Que tras el atiborramiento de las noticias -generalmente negativas- me encontraba ya desde primera hora del día con preocupaciones, la cabeza como un bombo, estresado o de mala uva y todo por circunstancias, normalmente, tan ajenas como lejanas.

Hoy en día apenas escucho la radio y de la televisión, que la enchufo muy poco, suelo ver en los telediarios o teleberris el comienzo ,es decir, los titulares, y normalmente nada más. Y también ya me resulta cansino. Por otra parte, algunos medios escritos , tanto en soporte papel como virtual (ahora con una publicidad impertinente hasta en los de pago), también siguen la tónica de amargarnos el día. Cada vez más, se parecen al periódico que había hace unos años, 'El Caso', que trataba temas escabrosos. Y no digamos las redes sociales, de las que es mejor huir como de la peste. Por otra parte, la literatura más leída, las novelas más exitosas, son curiosamente también las que tratan con minuciosidad y desparpajo los asuntos más desagradables, al menos para mí, que uno pueda imaginar.

Todo esto de la profusión de temas negativos no tengo claro si es porque la demanda lo pide o porque se pretende que nos acaben gustando a todos; es decir, aquello de la ley de Say, de que la oferta crea su propia demanda. Como lo de la telebasura. Y no digo que lo que se expone en las noticias truculentas sea irreal o falso, lo que ocurre es que es lo único que se subraya y lo demás parece que no existe.

Reivindico que hablemos y escribamos sobre las mejoras y conquistas en los últimos años de la Humanidad en salud, en esperanza y calidad de vida, en derechos y libertades, en educación, en solidaridad... La mayoría de las personas tenemos o conseguimos las tres cosas que subraya la conocida canción: salud, dinero y amor; puede que modestamente y no tanto como nos gustaría, pero de alguna manera queremos ser relativamente felices. Quizás porque las expectativas de la mayoría no sean lo de tenerlo todo, sino ir pasando por la vida poco a poco, sin ruido excesivo, compartiéndola con la familia, los amigos, los compañeros de fatigas; disfrutando de los pequeños placeres, teniendo nuestros 'hobbies', haciendo y/o viendo deporte, viajando cuando se puede y hasta donde se puede, cultivándonos un poco el alma (con buenas lecturas, música agradable o compañías entrañables), celebrando nuestros hitos o los de los nuestros (cumpleaños, fiestas, fin de estudios, logro de trabajos, ascensos…), no tratando de amargar la vida al vecino sino siendo solidarios, queriendo dejar un legado no sólo material, sino de actitud y ejemplo, a los que nos tomaran el testigo. Y, sobre todo, dándonos a los demás sin límite y sin esperar nada a cambio porque -es la gran paradoja de la vida- es cuando se recibe lo infinito.

Ya sé que lo positivo, como también lo negativo, no afecta a todo el mundo, pero sí a millones de personas y en muchos momentos. Y también hay que pregonarlo. Quizás hablar de cosas bonitas y bellas venda menos, y si solo narráramos lo positivo haríamos mal. Pero es que no lo hacemos ni un poquito. Y hace falta, porque una vida sin ilusión ni esperanza no es vida. Y nos la quieren amargar.

Aparte de pandemias, volcanes, invasiones… que un tren haya descarrilado en India, que en Florida haya un tornado y que, exagerando un poco, en Pekín hayan chocado dos bicicletas ¿se pueden considerar noticias? A los afectados y allegados seguro que les interesa, pero a personas a miles de kilómetros, a las que suena además a reiterativo, ¿nos aporta algo? Montaigne, que seguía a los clásicos, ya nos decía, que pasemos corriendo de lo malo y nos detengamos en lo bueno.

Una buena noticia es el reciente hallazgo de la denominada 'mano de Irulegi'. Que nos aporta tanto una paradoja, ya que es un legado vascón en una tierra que ahora no se encuadra en la comunidad oficial vasca, como un mensaje, con una antigüedad de hace más de 2.000 años, muy oportuno para estas fechas: 'Sorioneku' (Zorioneko), afortunado/ dichoso, que conecta directamente con nuestro actual Zorionak.

Tenemos la fortuna de estar vivos y la dicha de no estar solos. ¡Qué mejor noticia! Disfrutémoslas. Feliz Navidad y buen año nuevo. Eguberri zoriontzu eta urteberri on.