Unos colegas republicanistas, historiadores de la República romana, publicaron en 'The Conversation' un interesante artículo relacionando a Trump con Cicerón. Cristina Rosillo y Francisco Pina ... Polo, de las universidades de Sevilla y Zaragoza respectivamente y ambos con reconocimiento internacional, se referían a un tuit del presidente de EE UU del 15 de febrero en el que afirmaba que «quien salva su país no viola ninguna ley». Respondía a las críticas demócratas que cuestionaban la legalidad de algunas de sus medidas más radicales.
Mis colegas señalaban acertadamente que, frente a otras teorías, la frase se puede remitir directamente a Marco Tulio Cicerón, el famoso orador y político romano del siglo I a.C. Cicerón lo dice en uno de sus discursos, las 'Filípicas', pronunciados en los años 44 y 43, tras el asesinato de Julio César, y dirigidos vehementemente contra Marco Antonio; también recoge la idea en su tratado de índole 'constitucional' 'Las leyes'. Pero, además, lo pone en práctica en el año 63, siendo cónsul. Entonces ejecuta sin juicio previo a los líderes de la conjuración de Catilina detenidos en Roma, cuando la ley romana protegía a los ciudadanos romanos frente a una sentencia capital, permitiéndoles una apelación a la asamblea popular. Cicerón considera que representaban una amenaza de primer orden para el Estado, que la entidad de la amenaza los convertía en enemigos públicos y que habían perdido sus derechos cívicos.
Habiendo estudiado las así llamadas medidas de excepción en la República romana, este episodio ciceroniano tiene resonancias modernas. Esa es la razón por la que he propuesto en algún trabajo una conexión entre ese proceder de Cicerón y el limbo de Guantánamo, pues en ambos casos se transgreden unos derechos, de los ciudadanos en el caso romano, los derechos humanos básicos en Guantánamo. Es importante recordar que Cicerón debió partir al exilio unos pocos años después, acusado de haber condenado a muerte a ciudadanos romanos por encima de la ley.
Es remota la posibilidad de que Trump conozca la obra de Cicerón, pero es más probable que la conozcan algunos de sus asesores y que el prestigio de la Antigüedad clásica en nuestra cultura occidental haya favorecido el recurso a esa frase, prestigio que podría justificar una explícita ilegalidad. Pues, tanto en Roma como ahora, ¿quién decide la gravedad de una amenaza para el Estado o la sociedad y cuál puede ser su salvación al margen de la ley?
Volviendo a Cicerón en el año 63, ¿cómo se puede justificar, salvo por una consideración exclusivamente política -discutible e interpretable por tanto- que un ciudadano ha perdido sus derechos cívicos o una persona ha perdido sus derechos básicos como ser humano? El mensaje de Trump y su lectura en clave ciceroniana ponen sobre la mesa un problema interesante relacionado con la Antigüedad clásica. Con excesiva frecuencia se ha tendido en la historia occidental a idealizar el mundo clásico, identificándolo con logros políticos, filosóficos, literarios o estéticos por otra parte indiscutibles. No obstante, esa idealización ofrecía y ofrece una visión unilateral de la realidad histórica antigua.
La democracia ateniense, la más radical conocida, era al mismo tiempo esclavista e imperialista, el gran pensador griego Aristóteles pretende, infructuosamente, elaborar una teoría de la esclavitud natural, Roma consigue su hegemonía de manera implacable y brutal, la sociedad grecorromana excluye permanentemente de la esfera política pública reglada a las mujeres. El reto al que nos enfrentamos como profesionales de la historia antigua es el de conjugar nuestro entusiasmo por estudiar y divulgar el mundo antiguo con un acercamiento a ese mundo asumiendo sus luces y sus sombras, pues ambas están igualmente presentes en la recepción de aquel mundo en la sociedad occidental.
Esta tarea se enfrenta ahora a una nueva dificultad. Me refiero tanto al entusiasmo que muestran algunos de los representantes de la nueva élite multimillonaria alrededor de Trump por la antigua Roma, como al recurso a la Antigüedad por los grupos de extrema derecha en Europa y Estados Unidos. Es conocida la fascinación de Mark Zuckerberg y Elon Musk por Augusto, el latín o los supuestos paralelismos históricos, siempre en clave de autocracias y liderazgos fuertes, imperios civilizadores y supremacismo blanco. Por su parte, muchos grupos de la 'alt-right' muestran su preferencia por Esparta. La situación es tal que, como respuesta académica, se ha creado en el Vassar College de Nueva York una plataforma en línea para denunciar esta apropiación por los grupos de odio ('Pharos. Doing Justice to the Classics'). Hay trabajo por hacer para reivindicar el interés de estudiar la historia antigua precisamente como elemento de reflexión hacia un mundo más justo e igualitario.
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