Tirol del Sur tiene memoria
Los habitantes de este enclave, en el que conviven distintas identidades, han dado otra significación a los monumentos fascistas de Mussolini sin dramas sociopolíticos
Un amigo amante de la montaña acaba de regresar de Tirol del Sur, también conocido como Trentino-Alto Adigio, tras un recorrido fascinante por los ... Dolomitas. No hay palabras para describir las sensaciones que despiertan esas moles verticales, que se alzan como murallones sobre valles apacibles en los que surgen ganas de quedarse a vivir. Carteles en tres idiomas (alemán, italiano y ladino) hablan de una convivencia lingüística en un territorio que surgió de la descomposición del imperio austrohúngaro, sufrió los avatares de las grandes guerras y se convirtió en objeto del deseo del dictador Benito Mussolini. También hay monumentos y edificios que lo atestiguan. El musgo ha tapado las cicatrices de un pasado que se resiste a desaparecer.
Después de la Primera Guerra Mundial, en 1919, el Alto Adigio fue anexionado a Italia y sufrió un proceso de italianización. Mussolinni prohibió el alemán y persiguió todas las expresiones en esa lengua, lo que acrecentó el sentimiento nacionalista de la población autóctona. También promovió la inmigración interna, favoreciendo planes industriales, para diluir la identidad local. En septiembre de 1946 logró una importante autonomía gracias al acuerdo Alcide-Gruber, los ministros de Relaciones Exteriores de Italia y Austria. Alcide de Gasperi, nacido en la cercana Trento, fue el gran líder de la democracia cristiana italiana y se convirtió en un gran referente para el PNV, que estuvo desde el principio en esa internacional. Y lo cierto es que la región recuerda un poco a Euskadi.
La democracia cristiana, precisamente, fue un gran dique de contención del terrorismo que surgió en Tirol del Sur en 1956, año en el que también germinó lo que se convertiría en ETA. En el caso tirolés el grupo se denominó Befieiungsausschuss Südtirol (BAS), Comité para la Liberación del Tirol del Sur, que pretendía la reunificación con Austria. La respuesta violenta, en una primera fase, se limitó a sabotajes contra edificios públicos y símbolos fascistas de la época de Mussolinni. Luego las acciones cobraron mayor virulencia. El grupo terrorista cometió cerca de ochocientos atentados con un saldo de 21 muertos.
Algunos teóricos del terrorismo sostienen que la autonomía de Alto Adigio hubiera sido imposible sin la intervención armada del BAS. Otros analistas, sin embargo, creen que la violencia nacionalista fue arrinconada gracias a la acción política de personajes como Silvius Magnano, jefe del Partido Popular Sudtirolés, que mantuvo la mayoría absoluta desde 1945 durante tres décadas. Magnano, considerado el padre de la autonomía del Tirol del Sur, era un demócrata cristiano contrario a la violencia. Su gestión contribuyó a rebajar las simpatías en favor del movimiento independentista, que a través del terrorismo del BAS intentaba forzar la reunificación con Austria. En 1979 se aprobó un estatuto de autonomía, que transfirió los poderes legislativo y administrativo de la región a la provincia de Bolzano. A partir de ese momento contó con su propia Policía, su sistema judicial y su aparato fiscal, con la capacidad de mantener el 90% de los impuestos. El nuevo Gobierno de Austria, integrado por elementos ultranacionalistas, ha alimentado la pulsión étnica en el territorio de Tirol del Sur, haciendo revivir los viejos demonios de un pasado turbulento.
Este largo preámbulo es para recordar que en Tirol del Sur perduran vestigios fascistas a los que el Gobierno local ha tenido que enfrentarse, como ahora ocurre en España con el Valle de los Caídos, donde el mausoleo de Franco distorsiona su resignificación como un Memorial de víctimas de ambos lados de la Guerra Civil. Los senderistas, escaladores y turistas que pasan por Bolzano se encuentran, por ejemplo, con un gran arco de triunfo erigido por orden de Mussolini en recuerdo a los mártires italianos de la Primera Guerra Mundial. Los 'alipini', tropas de montaña que combatieron con las unidades trasalpinas austriacas. Cuando se inauguró en 1928 cerca de 100.000 personas se manifestaron en Innsbruck, capital del Tirol, para protestar contra aquel 'monumento a la victoria'. Los ejecutivos sucesivos no lo han demolido, sino que le han buscado una resignificación. Ahora alberga un museo y un centro de documentación sobre las dictaduras fascistas.
En Italia no existe una Ley de Memoria Histórica, así es que toca improvisar sobre la marcha cuando afloran las tensiones entre la población local. Es lo que ocurrió cuando Bolzano vivió una fuerte polémica sobre el edificio que alberga las oficinas financieras de la ciudad, levantado con la marca de la arquitectura fascista. El Palazzo delle Finanze tiene un gigantesco bajo relieve de Mussolini a caballo saludando brazo en alto con la inscripción 'Credere, Obbedire, Combattere (Creer, Obedecer, Combatir), lema acuñado por el Duce. ¿Destruir o preservar con otro significado? El Gobierno convocó un concurso de ideas sobre su futuro y se presentaron 500 proyectos. Ganó la que proponía insertar otra inscripción iluminada en LED con la frase 'Nadie tiene derecho a obedecer', de la filósofa judía alemana Hannah Arendt, teórica de la banalidad del mal y fustigadora del totalitarismo. Así se ha transformado su significado. Frente a la obediencia ciega de la consigna más belicosa del catecismo fascista, la libertad de conciencia de cada uno. La cita, luminosa y superpuesta, aparece en alemán, italiano y ladino, las tres lenguas locales, con lo que a la desactivación ideológica del friso se une el mensaje de cohabitación étnico-lingüística. Con un pasado turbulento a sus espaldas, Bolzano se esfuerza por preservar la convivencia cívica y pacífica.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión