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Donald Trump.
¿Qué teme Donald Trump?

¿Qué teme Donald Trump?

Rosario Morejón

Jueves, 16 de agosto 2018, 01:30

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Faltando algunos meses para las legislativas de mitad de mandato, acontecimientos diversos contaminan el debate político en Estados Unidos. El director de la Inteligencia Nacional Dan Coats ha anunciado 3 que se acrecienta el temor fundamentado de que Rusia está tratando de influir en la opinión pública estadounidense ante los próximos comicios. El presidente Trump, atento a las críticas por su indiferencia frente a las amenazas de una nueva injerencia electoral cuando aún se dilucida la intromisión rusa de 2016, accedía a una rueda de prensa con responsables de las agencias de seguridad a principios de este mes. Miembros de la Administración Trump explicaron sus esfuerzos por evitar el intrusismo extranjero y la secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, destacó que su democracia está en el punto de mira. ¿Aviso del Gobierno de EE UU a Rusia o enmienda de Trump ante el fiscal especial Mueller?

Trump ha pedido a su ministro de Justicia, Jeff Sessions, el cese del fiscal especial, Robert Mueller, encargado de investigar las injerencias rusas en la elección presidencial de 2016, además de una posible connivencia con los equipos de la campaña republicana. El político-empresario ha denunciado la «caza de brujas disimulada» a la que se siente sometido y a los diecisiete abogados seleccionados por Robert Mueller que, según él, «hacen su sucio currelo y son una vergüenza para Estados Unidos».

Richard Nixon despidió en 1973 al fiscal especial responsable de la investigación sobre el Watergate antes de ser empujado a su propia dimisión. El acontecimiento quedó en la historia como 'la masacre del sábado noche'. El 20 de octubre 1973, Nixon destituía al fiscal especial al frente del 'caso Watergate' provocando la inmediata salida del ministro de Justicia y de su viceministro. El affaire concluiría con la dimisión del presidente el 9 de agosto de 1974. Cuarenta y cinco años después, ¿se arriesga Donald Trump a una 'masacre' igual?

La ira del presidente traspasa sus tuits: los abogados seleccionados por Mueller están a sueldo de la oposición; la sospecha de complicidad rusa con su campaña electoral es un «embuste total» y acusa a los demócratas de haber «pagado por este dossier falso y denigrante». Ante semejante estrategia, el abogado de Trump, Rudolph Giuliani, antiguo alcalde de Nueva York, rápidamente negó todo intento de obstrucción a la Justicia por parte de su cliente y aseguró que no se trata de «un llamamiento a la acción». Su asesorado no hacía más que expresar una opinión personal, toda vez que, según el letrado Giuliani, «hace meses que venimos diciendo que hay que terminar esta investigación». Y «por ahora ninguna prueba de connivencia entre los rusos y el señor Trump se ha aportado».

Librarse del fiscal especial Mueller y enterrar las indagaciones sobre la colusión rusa no aúna a los seguidores de Trump. Cuando hizo falta nombrar a Mueller para el delicado cometido que le ocupa, Jeff Sessions se apartó de sus funciones. Estábamos en el día siguiente de la destitución del jefe del FBI James Comey, el primero que negó a Trump clausurar la investigación rusa. Fue el viceministro de Justicia, Rod Rosenstein, quien designó a Mueller. Donald Trump ardía en su furia: jamás hubiese colocado a Sessions como ministro de Justicia si hubiese sabido que se inhibiría en la elección del fiscal especial para la trama rusa. Estos días Rosenstein está siendo acosado por los muy amigos del inquilino de la Casa Blanca para que proceda a la destitución del fiscal especial. Ante su negativa, el miércoles 26 de julio, once electos de la Cámara de Representantes próximos a Trump depositaron una petición de impeachment, esto es, la revocación, del viceministro. El presidente de la Cámara, Paul Ryan, manifestó su oposición como la mayor parte de los elegidos del Grand Old Party. Jeff Sessions se ha limitado a decir: «mi adjunto Rod Rosenstein está muy cualificado; tengo plena confianza en él».

Se complican el affaire de la colusión rusa. Sin cejar en la defensa tuitera de su antiguo jefe de campaña, Paul Manafort, encarcelado desde junio por fraude fiscal, en esta presidencia de los mil y uno vericuetos Trump también tiene que responder a las acusaciones, no probadas, de su antiguo letrado Michael Cohen que asegura haber recibido el visto bueno trumpiano para una reunión, en plena campaña electoral, entre su hijo Donald Trump junior y un abogado ruso que aseguraba disponer de elementos para mancillar a Hillary Clinton.

Y, cuando EE UU trataba de reponerse del perplejo encuentro entre Vladimir Putin y Donald Trump a mediados de julio en Helsinki, irrumpe el asunto de la espía María Butina. Tras días de polémicas sobre el comportamiento de un presidente estadounidense desacreditando a sus servicios secretos, doblegándose en una cumbre bilateral de la que según Dan Coats, jefe de Inteligencia, se desconoce los contenidos de dos horas de cara a cara, el FBI detiene a la 'estudiante' Butina. Está acusada de actuar como «agente no declarado de un Gobierno extranjero» y de «complot» por introducirse en organizaciones políticas «con intención de promover los intereses de la Federación Rusa». La mujer se ha declarado no culpable y se expone a varios años de cárcel.

Trump ha invitado a Putin a su país el próximo otoño, pero todo parece «deliberadamente programado» para denigrar los resultados de la cumbre, señalan los rusos. La historia de Butina ratifica los tentáculos del Kremlin en suelo estadounidense ahondando en las sombras de por qué los republicanos han impedido la comparecencia de la intérprete de Trump en el Congreso. Robert Mueller, paciente, espera interrogar al presidente norteamericano en persona por obstrucción a la Justicia.

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