La sorpresa iraní en la cumbre del G-7
Historiador. Especialista en el Mundo Árabe Contemporáneo
Miércoles, 28 de agosto 2019, 00:48
¡Biarritz! Destino vacacional de lujo durante la Belle Epoque. Reyes, presidentes y emperadores tomaban las aguas en Biarritz y a veces intercambiaban visitas con ... la familia real española en San Sebastián. Por supuesto que todos aquellos peces gordos llevaban sus escoltas, pero más para lucir los uniformes de gala que para cualquier otra cosa. Ahora en cambio los poderosos de nuestro tiempo se presentan con tal apabullante despliegue de seguridad que probablemente ni los nazis metieron tantas tropas ni tanta potencia de fuego en la villa vascofrancesa cuando la ocuparon en 1940.
¿Qué se esconde tras la sorprendente aparición en la cumbre del G-7 del ministro de Exteriores iraní, Mohamed Yavad Zarif? Desde que dejaron de ser una gran potencia en 1940, los franceses siempre han intentado fingir que siguen siéndolo, remarcando la independencia de su política exterior frente al seguidismo británico, pero en ocasiones eso les ha llevado a ponerse en evidencia con vacíos golpes de efecto.
Trump ha mantenido una política exterior incoherente y contradictoria: se ha reunido amigablemente con países hostiles como Corea del Norte y Rusia mientras hostiga a sus aliados de la UE. Su jugada favorita es: «Primero los amenazo y los cubro de improperios; luego giro 180 grados mostrándome amistoso, y por último me reúno con ellos, firmamos cualquier cosa y lo vendo en casa como un éxito colosal». Sin embargo, la oligarquía clerical que gobierna Irán se ha negado a entrar en este juego. Tienen otros planes, y todos ellos incluyen armas nucleares.
El ministro Zarif se ha reunido con Macron y con diplomáticos británicos y alemanes, pero él y Trump se han ignorado desdeñosamente. Hace menos de un mes, Trump le impuso sanciones al propio Zarif. Por lo tanto, Macron debe tener un plan diferente. Quizás por eso, pocos días antes de la cumbre de Biarritz se reunió con Putin, excluido de estas cumbres desde la invasión de Ucrania. Donde Macron ha patinado es cuando pretendió atribuirse un mandato del G-7 para mediar en el conflicto iraní. Fue desmentido rápidamente y tuvo que pasar el mal trago de retractarse públicamente para acotar los daños. Este es precisamente el típico paso en falso que los franceses han cometido muchas veces por su afán de aparentar un poder y una influencia en los asuntos mundiales superior a la que realmente tienen.
Mientras tanto, el desgaste del poder norteamericano comienza a ser evidente. Cuando los británicos capturaron un petrolero iraní bajo acusación de viajar de contrabando hacia Siria y los ayatolás respondieron hostigando el tráfico naval en el estrecho de Ormuz, la poderosa U.S. Navy no movió un dedo. Los británicos soltaron al petrolero y ahora Trump amenaza con represalias a cualquier puerto que lo acoja, pero son amenazas vanas, visto lo visto.
El fiasco iraquí bajo George Bush, el excesivo pacifismo de Obama y la inoperancia de Trump han favorecido el despegue de Irán como potencia regional. Con más población y más industria que todos los países de la Península Arábiga juntos, y sus alianzas e influencias en Líbano, Siria, Yemen e Irak, los ayatolás pueden mirar con cierto desprecio a todos sus enemigos... hasta que les alcance la ira de su propia gente, cada vez más laica y descreída precisamente porque sufren una tiranía en nombre de la religión. Pero eso no parece estar maduro todavía.
Los que sí está claro es que Macron considera que EE UU es una causa perdida mientras Trump esté al mando. A nadie le interesa que Irán consiga armas nucleares, pero si el dirigente norteamericano rompe el acuerdo ya firmado, y al mismo tiempo no tiene estómago para usar la fuerza, no habrá manera de evitar que los ayatolás consigan la bomba. Por lo tanto Francia ha de buscarse otras alianzas, abrir oportunidades de negocio con Irán, y atemperar las enemistades existentes con Rusia.
También es digna de destacar la buena sintonía entre Macron y Boris Johnson, pero aquí hay poco misterio: Francia es el principal vecino de Gran Bretaña y les conviene llevarse bien. Además, ambos países comparten el interés por el libre comercio contra el proteccionismo de Trump, sobre todo los británicos, que se quedan fuera de la UE en menos de dos meses. Sin embargo, todo esto no son más que paliativos. Mientras Trump siga siendo presidente, la alianza occidental está desarbolada. Putin, el integrismo islámico o los ayatolás son molestias menores a medio plazo, pero China podría ser una amenaza estratégica grave en pocas décadas, si desease serlo. ¿Y que podríamos hacer al respecto, si ni siquiera podemos impedir que los iraníes fabriquen armas atómicas?
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