Perfectos desconocidos
A la última ·
Batí mi marca personal cuando estuve charlando con una chica durante diez minutos sin tener ni idea de quién eraPasa más de una vez. Y más de dos. Lo de tropezarte con un perfecto desconocido que te conoce perfectamente, digo. Lo de encontrarte con ... alguien que te dispara un «¡Hola!» que te deja noqueado y amnésico, como un balonazo en la frente. Por el tono cordial, hasta afectuoso, sabes que conoces a ese alguien, pero no sabes quién es. Queriendo ser amable, te quedas ahí plantado, sonríes estúpidamente e improvisas vaguedades mientras buscas en la memoria un nombre, una pista, algo de contexto, lo que sea. Eres un actor que ha olvidado el guion, y no hay apuntador alguno que te dé pie.
Batí mi marca personal cuando estuve charlando con una chica durante diez minutos sin tener ni idea de quién era. Nos encontramos pidiendo una cerveza en la barra de un bar y, tras saludarme con dos besos efusivos, comenzó a preguntarme por cosas tan específicas que me pareció que sabía más de mí de lo que yo nunca llegaré a saber. Amorrada al botellín, recé para que no se percatara del vacío que había detrás de mis ojos, y en cuanto tuve ocasión me escabullí hacia el fondo del bar con un «Bueno, ya nos veremos», ese salvoconducto para escapar de cualquier situación embarazosa. Un par de años después, sigo sin resolver aquel acertijo humano.
A veces, en cambio, intento desconocer a alguien. Eso me ocurre menos, seguramente porque no me dedico a la política. Ahí pasa mucho, imputación mediante. Le pasó a Rajoy con «esa persona de la que usted me habla», y le ha pasado a María Jesús Montero con Santos Cerdán: «Es un asunto de una persona que no tiene que ver con el Partido Socialista». Qué chispa tiene la tía. Y qué mala memoria. Peor que la mía. Veremos si la de Cerdán, ese perfecto desconocido, es mejor.
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