Riojaexit, la enología identitaria
Antropólogo y profesor ·
Es un dislate renegar del término 'Rioja' y usar el de 'Arabako Mahastiak', pensado para unir a un viticultor de Baños de Ebrocon otro de Amurrio y separarlo de sus parientes de BriñasSi existe en Álava una tierra abierta, diversa y mestiza, esa es la Rioja Alavesa. Su herencia es una mezcla de préstamos naturales heredados de ... culturas iberas, beronas, celtas, cristianas, árabes y hebreas, en un terreno identificable con similitudes geográficas y etnográficas a ambos lados del Ebro. Desde que su pertenencia a la Sonsierra Navarra la convirtiera en tierra estratégica y el Rey Sancho otorgara los fueros de población a Laguardia, San Vicente de la Sonsierra, Labraza y Viana, al igual que el rey castellano Fernando III lo hiciera con poblaciones como La Bastida, esta tierra ha sido una zona fronteriza. Cruce de caminos y hermanamiento a través de los siglos entre Vasconia, Navarra y Logroño, que tradicionalmente se ha mostrado hospitalaria. Decir riojano, sin distinción entre su origen en La Puebla de la Barca o en Fuenmayor, es sinónimo de talante llano, franco y siempre afectuoso en torno a un vaso de vino o una buena caldereta. Las gentes de Baños de Ebro o de Elvillar se relacionan, se enamoran y se desposan con otras de Cenicero o de Nájera de igual manera que si fueran de Navaridas o de Yécora, pues esa identidad riojana transversaliza su identidad alavesa o su identidad logroñesa no para disminuirlas, sino para enriquecerlas. Y es que ese es el gran tesoro de la diversidad y el gran regalo que la historia legó a estas tierras de La Rioja.
Quizás por ello me aflige la pretensión de un sector de bodegas pertenecientes a ABRA, y más aún el posicionamiento titubeante, si no colaborador, de la Diputación de Álava, de crear una nueva denominación de origen (DOC) asociada al nombre de Arabako Mahastiak-Viñedos de Álava, título que, en principio, prescinde del apellido Rioja, con la trascendencia simbólica que este hecho tiene. Puedo aceptar razones económicas, de rivalidad comercial, de terquedad por parte de la DOC Rioja, incluso ciertos 'miedos' de los pequeños cosecheros por su propia existencia, pero nunca alcanzaré a entender que se apueste por perder las raíces o la herencia cultural transferida a través de generaciones. Decía el escritor francolibanés y premio Goncourt Amin Maalouf: «Cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento más francés o más libanés. Y mi respuesta es siempre la misma: soy las dos cosas. Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ¿Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy?»
Al ser esa amputación a la que se refiere Maalouf, además de dolorosa, de una importancia radical para la identidad de esta cuadrilla alavesa, me reconozco preocupado por la laxitud con la que se está abordando este tema y no oculto mis sospechas, aun reconociendo que puedo equivocarme, de que existan motivaciones políticas interesadas en cambiar el universo simbólico, en definitiva la herencia cultural, de Rioja Alavesa.
Sí, desde hace ya años, me he sentido interpelado por ciertas políticas que pretenden homogeneizar Euskadi para que sea uniforme e igual desde una construcción étnica única, errónea por simple y estereotipada de la cultura vasca (en cuanto a su lengua, sus fiestas, su cosmovisión, su educación, su paisaje… su todo), reducida a un solo modelo. Un movimiento profundamente centralista, dentro del nacionalismo, que trabaja para que esa uniformización se produzca desde el Bidasoa hasta el Ebro (vamos a dejar por hoy el Adour) y, especialmente en lugares digamos que… 'poco vascos', se consiga un cambio en las prácticas culturales tradicionales para lograr así la 'asimilación'. Territorio igualado, fronteras marcadas y, por lo tanto, oportunidad abierta para poder dar el paso a una reivindicación nacional. Las tierras fronterizas no son cómodas para una concepción única y exclusiva del grupo humano; las culturas bisagra son molestas pues pueden contaminar toda idea esencializada de patria. Esto no es nuevo y ocurre también en tierras vecinas con características similares. El 5 de abril de 1916 el diario nacionalista 'Napartarra' se refería a las tierras de la ribera navarra y a sus prácticas culturales con un especial desprecio: «…la jota supone la invasión del elemento extraño, matando todo lo propiamente navarro, lo característico de lo vasco… al compás de la jota hacia el norte, lo navarro desaparecerá» (en Molina, F. y Pérez, J. A. 2015, 'El peso de la Identidad. Mitos y ritos de la historia vasca, Marcial Pons').
Esta iniciativa, surgida en el seno de ABRA, puede tener justificaciones comerciales, pero me temo que hay más de política o de intereses de poder, los mismos que tienen dinero suficiente para comprar favores e identidades. Desde la antropología social debo decir que es un auténtico dislate histórico renegar de un término que hermana, como es el de Rioja, para utilizar otro como 'Arabako Mahastiak', que en su simbología está pensado para unir más a un viticultor de Baños de Ebro con otro de Amurrio, y a su vez separarlo de sus parientes de Briñas o San Vicente de la Sonsierra. Este artículo pretende ser un alegato contra la uniformidad, para reivindicar desde Rioja Alavesa la ciudadanía plural, el mestizaje y la posibilidad de ser portador de varias identidades. Una lección que hemos aprendido durante cientos de años junto a un vaso de vino, bebida nacida para unir, nunca para separar a los amigos.
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