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La capacidad de los nacionalistas para fabricar y propagar imágenes es increíble. Lo digo con admiración y envidia, que conste. Ahora resulta que lo único importante que sucedió el domingo en Cataluña es que hubo brutalidad policial, desmesura en la represión de una población desarmada y pacífica, que pasaba un día festivo en familia. No hace falta que lea la prensa catalana, puede darse una vuelta por los principales diarios de Europa y comprobará que ese es el relato triunfador.

De repente, el hecho de que sucediera un referéndum que había sido declarado ilegal por todos las instancias judiciales, habidas y por haber, carece de importancia. De repente, el hecho de que el referéndum violase leyes que ocupan varios tomos del Aranzadi carece de importancia. De repente, carece de importancia que no hubiese censo, ni sindicatura, ni papeletas. Eso se le puede achacar a la voluntad del Estado por impedirlo y no a la de los convocantes. Pero, de repente, carece también de importancia que las urnas fueses opacas y llegasen a los centros llenas ya de votos, que se pudiese votar una y otra vez hasta aburrirse, que se pudiesen introducir papeletas en plena calle y que, venciendo a las leyes de las matemáticas, el recuento de los votos sumase más del 100%. De repente solo tiene importancia la actuación policial.

¿Pero, cómo de brutal fue su actuación? La Consejería de Salud de la Generalitat informa de 893 heridos, de los cuales 4 necesitaron ser internados. Cuatro heridos son un número excesivo de heridos y se deberían haber evitado, pero, una de dos, o los servicios de salud de la Generalitat hacen milagros o 4 ingresos en una operación para impedir el voto de más de 2.200.000 de votantes (lo dicen sin sonrojarse) desarrollada ante la pasividad de los Mossos, no parece el resultado de la batalla del Marne.

En cualquier caso, los nacionalistas han ganado la “posición” y han impuesto su relato. Lo cual complica - hasta hacerla inviable, creo -, la opción de insistir en la fuerza para mantener el derecho. Máxime, cuando Pedro Sánchez es un apoyo tan poco fiable por lo voluble. Puigdemont plantea someter la disputa a un arbitraje internacional. Glorioso. ¿Cree usted que el Reino Unido admitiría un arbitraje internacional sobre Irlanda del Norte, o Francia sobre Córcega; o Bélgica sobre Flandes; o Italia sobre la Padania; o Alemania sobre Baviera; o los Estados Unidos sobe Texas?

¿Que queda? Descarte que los muchos más de 2.200.000 millones de catalanes que no fueron a votar vayan a salir a la calle a defender sus derechos pisoteados en un referéndum ilegal y descarte la posibilidad de mirar para otro lado y dejar que la situación se pudra, con los funcionarios sin cobrar sus sueldos, ni los pensionistas su pensión. Con empresas cerradas ante el boicot comercial del resto de España y su negativa a admitirlos en la Unión Europea, con los mercados financieros cerrados ante el aumento de la prima de riesgo. Descártelo, es demasiado horrible.

¿Qué queda? Según el Lehendakari queda un referéndum pactado y con garantías. Y se pregunta ¿Dónde está el problema? Se lo digo, en el artículo dos de la Constitución que le ampara. ¿Qué hacemos con él, lo incumplimos o lo eliminamos?

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