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Pablo Casado. EFE
Primarias y primarios

Primarias y primarios

¿Cómo no vemos como escandaloso que el rostro del problema se apunte al bando de la solución?

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Domingo, 5 de agosto 2018, 23:09

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Se nos suelen vender las primarias como la panacea para resolver las guerras entre familias que hay en los partidos. Pero uno alberga la sospecha de que son justamente lo contrario. ¿Por qué? Porque lo que se llama «la militancia», que es lo que vota en ellas, es siempre el sector más esencialista, más visceral, más sectario, más primario de cada formación política. Pasó con el PSOE que desenterró a Sánchez en junio de 2017. Pasó con el Podemos de Vistalegre 2, que enterró a Errejón. Y ha vuelto a pasar con las primarias del PP, en las que los compromisarios, que son el ala más militante de la militancia (algo así como Génova Sexta Asamblea) tuvieron que optar entre el continuismo de la desideologización marianista que personificaba Sáenz de Santa María y el pretendido retorno a unas esencias aznaristas que quería personificar Casado, pero que nunca fueron tales en realidad. Y es que Aznar no encarna la coherencia ideológica que se autoatribuye; ese resistencialismo ante los nacionalismos catalán y vasco que desmienten el Pacto del Majestic o las visitas de Álvarez Cascos a los batzokis para presentarle a Arzalluz a su nuevo ligue y soltarle cheques con el sello de Fomento. Lo que sí tuvo Aznar y no tuvo Rajoy son unas dotes de liderazgo suficientes como para tapar precisamente esas y otras contradicciones; para ahogar cualquier disidencia y aglutinar en torno a él no sólo a las diferentes familias de la derecha sino a los rebotados de la izquierda. De este modo, lo que Casado podría copiarle a Aznar no sería otra cosa que esa capacidad de aglutinamiento, que siempre será una herencia más provechosa que un talibanismo que jamás existió. En ello parece que está, a juzgar por las mismas contradicciones de su propuesta, que aspira a recoger el testigo de los perdedores del Congreso de Valencia. No es ya que se haya subido al tren Chu Chú de Casado alguien que, como Cospedal, sintetiza el marianismo más puro y blando. Es que se ha subido a ese tren hasta José Manuel Soria, o sea el detonante en persona de la crisis de aquel Congreso a la búlgara de 2008. Y es que Soria no fue un marianista más, sino el autor del SMS que presuntamente provocó la dimisión de San Gil; de aquel famoso «María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!» que luego intentó arreglar fallidamente José María Lassalle. Fallidamente, porque lo puso todavía peor. ¿Cómo estará de deteriorada la política española que no vemos como escandaloso que el rostro del problema se apunte al bando de la solución? ¿Cómo es posible que la mejor apología de Casado consista en negar que represente lo que dice que representa? Uno sospecha que las primarias no sacan lo mejor de cada partido, o sea, a quien respondería al interés general y a una mayoría social, pero que en el caso del PP podían haber sacado algo todavía peor. ¡Bienvenido, Mister Master!

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