Piqueta o reforma
No habrá derribos en Betolaza, Altamira y Zurbaranbarri
El presente tiende al orden, los protocolos y la liofilización. Incluso los encierros de Pamplona duran ya apenas dos minutos y están controlados por unos ... cabestros entrenadísimos, profesionales, de élite. De ver cómo transcurren hoy los encierros, Hemingway no tendría otra que irrumpir en la Estafeta para generar peligro personalmente, mordiendo y pegando patadas a los mozos, mientras le traen la escopeta del hotel. Nuestro mundo ha cambiado mucho a este respecto. Todo se hace ya siguiendo los cauces oficiales, con los permisos adecuados y las previsiones debidas. La realidad está en manos de los expertos y el 'fatum' sólo adquiere relevancia si algún cocinero tatuado elige el término para el 'branding' de su nuevo restaurante: Fatum Kokotxa Beirut.
Que cada vez más parte de la realidad aparezca envuelta en papel de burbujas y con una red de seguridad lista ahí abajo es por supuesto conveniente. La prueba es la naturalidad con la que, una vez habituados al orden y al rigor, nos escandalizamos cuando las cosas no se hacen bien. «Esto es tercermundista», decretamos entonces. Y olvidamos lo cerca que nos queda el Tercer Mundo. En Bilbao, por ejemplo, hace no tanto podía perfectamente crecer un barrio por las bravas en las laderas del monte, improvisándose construcciones y abriéndose caminos sin más planificación que la que imponía la urgencia, la demografía y la necesidad.
Muchos de los barrios altos de la ciudad adquirieron así su idiosincrasia. Y esa peculiaridad ha favorecido que las cosas se compliquen con el tiempo. En las alturas los vecinos han envejecido y las condiciones de accesibilidad ya no son difíciles sino infernales. El Ayuntamiento persigue una ciudad amable, sin barreras, y en El Peñascal acordó el derribo de más de trescientas casas, la reurbanización de la zona y el realojo de los vecinos. Lo mismo se ha intentado en Zurbaranbarri, Betolaza y Altamira, pero la gente allí ha preferido que se mejore el entorno, con nuevas vías y accesos, pero que no se tiren viviendas. Es quizá la opción menos interesante para el Ayuntamiento, pero también la menos traumática para un vecindario acostumbrado a las complicaciones que, probablemente, solo quiere seguir con su rutina, pero ganando algunas comodidades e incorporándose así a los tiempos modernos, que también son accesibles.
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