Pelmas cristalizados

El drama es que los propósitos de Año Nuevo, personales al fin y al cabo, han dejado su lugar a los mensajes moralizantes y colectivos. A los sermones. ¿Cómo ha ocurrido? No lo sé, pero llegan ya con las campanadas. Este año el vestido de Cristina Pedroche estaba confeccionado con leche materna cristalizada y simbolizaba «la conexión materna» al tiempo que ponía sobre la mesa -sobre la mesa feliz llena de gambas extintas y serpentinas colgantes- «la importancia de proteger a la infancia». Sin duda, hay que proteger a la infancia de algunas madres televisivas. También del presidente de RTVE, que es un señor curiosísimo que se hace él mismo las críticas imparciales. Por eso sabemos que lo de Broncano y el bombo debe leerse en términos generacionales, orteguianos. Resulta que hay otra generación -¿la Generación del 25?- que tiene nuevos códigos y se preocupa por la vivienda y la diversidad y no olvida a los que peor lo pasan. Qué barbaridad. Cómo fluye la cháchara. La de Lalachus, estrella repentina, se concentra en un mensaje: no se opina sobre los cuerpos ajenos. Es curioso: en cualquier manual de urbanidad del siglo XIX están las soluciones a la mayoría de los problemas que salen de los más avanzados laboratorios universitarios anglosajones.

Aunque 2025 comienza con una pregunta sin respuesta. ¿Se opina sobre la leche materna cristalizada ajena? Habría que pedirle al Año Nuevo lo que Pla en un viejo artículo: que sin perjuicio de la buena marcha de los intereses públicos un número de ladrones discreto quede amortizado y que el estándar de la estupidez y de la frivolidad humana no fluctúe excesivamente. Aunque para lo de la estupidez y la frivolidad ya sea tarde. Y estamos a 2 de enero.

Celebrar una Nochevieja en la calle Bourbon de Nueva Orleans, una de las ciudades más musicales y festivas del planeta, es una posibilidad repleta de simbolismo: una de esas postales perfectas que ofrece el mundo. Que la fiesta sea interrumpida por un coche que arrolla a la multitud a toda velocidad y del que se baja un tipo que abre fuego es una posibilidad que empuja el escenario perfecto hacia el abismo del horror. Sucedió ayer en la ciudad de Luisiana y hay diez muertos y decenas de heridos. Horas después, la superintendente de la Policía local no mostró muchas dudas: «Ha sido una masacre intencionada». El atacante murió tiroteado y se espera que su perfil identifique sus motivaciones. Sabemos que no siempre es sencillo en estos tiempos. Hace unos días otro criminal atacó a la multitud de un mercado navideño en Magdeburgo representando de un modo eficacísimo todo aquello a lo que aseguraba combatir en sus publicaciones desquiciadas. En realidad, es un error prestarle demasiada atención a la teoría que impulsa al crimen, ya sea esta fanatismo político, desvarío privado o furia por descifrar. En el fondo, qué más da. Mucho más importante que lo que el asesino cree es lo que el asesino destroza.