Papa primerizo
Vaticano ·
León XIV pisa sin titubeos el terreno de la política internacionalPrevost Martínez dio la sorpresa el jueves en el cónclave y, tras ser anunciado como León XIV, se fue a dormir «por sorpresa» a su ... casa. El sábado visitó por sorpresa el santuario de la Madre del Buen Consejo y fue después a visitar por sorpresa la tumba de Francisco. Parecía que el nuevo Papa se tomaba su Pontificado como una oportunidad para andar por Roma dando sorpresas. Ayer todo cambió. El Papa salió al balcón de San Pedro para rezar frente a los fieles reunidos en la plaza. Con sus banderas y su optimismo, estos fieles, antes que a la revelación, parecen predispuestos a Coldplay. Sin concesiones, León XIV rezó en latín y clamó por la paz en italiano. Lo hizo denunciando la guerra en Ucrania y Gaza, exigiendo el regreso de niños y rehenes, y pisando fuerte el terreno de la política mundial. La elección de un Papa es inmejorable como narrativa y también como drama humano: alguien asume en horas, y en público, una de las mayores responsabilidades imaginables.
León XIV está en prácticas, es un Papa primerizo, pero transmite buenas sensaciones. En mi caso me lo explico porque los exalumnos de colegios de curas disponemos de un finísimo detector de peligro sacerdotal. Y sabemos que, después de habernos cargado la canasta del patio, no querríamos vérnoslas con el padre Bergoglio, por muy amigo que fuese de Yolanda Díaz. Con el padre Prevost, en cambio, tendríamos al menos una opción. Al ser de Chicago, en lo de la canasta incluso sería sensible al argumento 'ad Michael Jordan'. Hay algo en él que transmite confianza. Quizá la mezcla de la llaneza yanqui con la experiencia de quien antes de la púrpura conoció el barro. Puede que esta impresión inicial sea precipitada, pero también es importante. Cuando en 2005 salió al balcón de San Pedro, Ratzinger se sabía precedido por una fama severa e intentó sonreír mucho para tranquilizar a la ciudad y al mundo. El gesto le quedó raro. Como de emperador Palpatine viendo extinguirse la vida en un sistema planetario rebelde. A partir de ahí, la remontada fue ya imposible. Y hoy no hay ni un llavero con su cara -lo contaba ayer el gran Pío García en su crónica romana- en esas tiendas de souvenirs de Vía de la Conciliación que componen impías el índice bursátil de la popularidad pontifical.
Ucrania
Causas profundas
Vladimir Putin compareció el sábado de madrugada en el Kremlin para esquivar el emplazamiento al alto el fuego que Ucrania le había lanzado con el apoyo europeo -Starmer, Macron, Merz y Tusk junto a Zelenski en Kiev- y parece que también estadounidense. El reverso del ofrecimiento es una amenaza por parte de los aliados: más apoyo militar para Ucrania y más presión económica para Moscú. Como dispuesto a comprobar si esto último es un farol en lo tocante a Trump, Rusia lanza una propuesta propia: conversaciones directas con Ucrania en Turquía pero sin alto el fuego. Putin insiste en que lo primero es solucionar las «causas profundas» del conflicto, así que puede que a Turquía la delegación rusa se lleve un terapeuta que les pregunte cosas personales mientras los ucranianos miran. Ayer la Casa Blanca insistió en su apoyo al plan de Ucrania: lo primero es el alto el fuego de treinta días y lo segundo utilizar ese tiempo para buscar la negociación de paz. Cierto que eso lo dijo Keith Kellogg, que es el negociador aparentemente sensato al que los rusos no quieren ni ver, y no J.D. Vance o Steve Witkoff, el amigo de Trump que en Moscú casi saluda a Putin con una reverencia.
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