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El Supremo británico relaciona la condición de mujer con el sexo biológicoCon sus togas de damasco y su solemne ausencia de pelucas, el Tribunal Supremo del Reino Unido sentenció ayer por unanimidad que una mujer es ... un ser humano nacido mujer, o sea, una mujer: lo que viene siendo una mujer biológica. Por aclararnos, de las dos figuras desnudas en el viejo libro infantil de Ciencias, la de la derecha. Es la clase de noticia que hace no tanto resultaría de una originalidad incomprensible. Incluso sin añadir más contexto extravagante: la sentencia es el final de una campaña contra una ley del Parlamento escocés sufragada en gran medida por un niño mago de ficción. La creadora de Harry Potter, J. K. Rowling, ha sido la principal financiadora del movimiento del feminismo clásico escocés para impedir que las leyes de Igualdad destinadas a la mujer extendiesen su alcance a las personas trans que se perciben mujer.
El pleito ha terminado en el Supremo con los jueces descendiendo a la taxonomía para contradecir las fantasiosas teorías del momento -aquellas que, más allá del género, hacen del sexo una especie de tómbola conceptual- y establecer que el sexo es binario y biológico. Se nace hombre o se nace mujer, la matrona lo comprueba como lo comprobaría un veterinario, y a partir de ahí buena suerte para todos. La evidencia debería funcionar como asidero lógico porque una cosa es dejarles a los intelectuales la interpretación de la realidad y otra distinta dejarles que definan lo existente en términos biológicos, sabiendo como sabemos que su fantasía máxima es que también la naturaleza les dé la razón.
Un detalle: ayer del Supremo británico no salieron exultantes grupos de señoros irredentos sino mujeres combativas. La sentencia puede ser al tiempo obvia e histórica, pero no implica ni por asomo que las personas trans carezcan de derechos o que no merezcan todo el respeto. Lo aclara el propio tribunal instando a que no se entienda su resolución como «la victoria de un grupo contra otro». Al instante a los jueces los contradijo Richard Dawkins, etólogo en Oxford y pitbull lógico en las más airadas polémicas, señalando que, en realidad, sí estamos ante la victoria del sentido común y de la ciencia porque el binarismo sexual está establecido «desde el Precámbrico».
Anagrama
Anagrama extingue el contrato de 'El odio', el polémico libro sobre el parricida José Bretón, y le devuelve los derechos a su autor, Luisgé Martín. El movimiento es el triunfo de las redes justicieras -¿de verdad dan tanto miedo?- y del inesperado Ejército de Libreros de Salvación. Al mismo tiempo, es la derrota autoinfligida de una editorial que opta por controlar daños empeñando su prestigio entre los verdaderos lectores. Cuando aún había jueces de por medio, Anagrama comenzó defendiendo la libertad de creación y comparando a Luisgé Martín con Truman Capote. Ahora que los tribunales son ya solo tuiteros y ventajistas, la editorial alude a «principios morales» para darle al autor un alevoso capotazo de salida. Sin embargo, 'El odio' no es un libro inmoral -sea lo que sea eso-, solo es uno ensimismado, perezoso y bastante flojo. Probablemente, también es el único libro de la historia cuyo lanzamiento se cancela cuando ya está lanzado a los medios, iluminado por la polémica entre la avalancha de novedades e incluyendo una página de agradecimientos en la que Luisgé Martín incluye a la máxima responsable de la editorial porque «el privilegio» de tenerla como editora «no solo beneficia al texto sino al autor».
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