Los aliados se reunieron ayer en Roma para mostrar su compromiso con Ucrania. El compromiso contante y sonante, que es el que importa. Sucedió en ... la cuarta Cumbre para la Reconstrucción, donde se anunció la movilización de más de diez mil millones de euros en inversiones y la creación bajo el amparo de la UE de un fondo de inversión privada para contribuir al renacimiento del país invadido por Rusia. Volodimir Zelenski también viajó a Roma por la reconstrucción y aprovechó para dar información sobre la destrucción, que avanza a buen ritmo gracias al Kremlin. Ayer mismo Ucrania sufrió un ataque que duró diez horas e implicó cuatrocientos drones y dieciocho misiles. Por eso Zelenski agradece mucho la inversión para el futuro, pero pide drones y misiles, cosas que exploten, para defenderse en el presente. La noticia esperanzadora es que Estados Unidos está volviendo a enviar armas a Ucrania. Puede que Trump se esté cansando de Putin. El canciller Merz se dirigió ayer a él directamente: «Sigue con nosotros, no nos rendiremos».
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Mientras tanto, Marco Rubio se encontraba con Sergei Lavrov en Kuala Lumpur y le mostraba «frustración» por «la falta de flexibilidad» rusa. Parece la reconvención de un monitor de pilates, pero es alta diplomacia. Lavrov, que parece estar transformándose al mismo tiempo en un moái de la isla de Pascua y en un portavoz de Elkarri, confirmó su «estado de ánimo» para «encontrar soluciones pacíficas a las situaciones de conflicto». Rusia da ahora la murga con «las causas profundas» de la guerra. La verdad es que siempre hay por ahí gente superficial que solo se fija en que la matas y no repara en las causas profundas del crimen. En realidad, es muy extraño que Trump tarde tanto en cansarse de Putin. Ayer se leía en la prensa estadounidense a influyentes analistas republicanos instándole a poner por la fuerza a Rusia en la vía de la paz. El problema es por supuesto que el criterio de Trump ofrece la estabilidad de una veleta en medio de una tormenta. Para atraer su simpatía, parece que hay que proponerlo al Nobel de la Paz. Europa podría darle directamente el Premio Carlomagno, aunque quizás el emperador ni le suene. Regalarle la Torre Eiffel, que es dorada como él: eso no puede fallar.
Regreso al pasado
El país tiene un problema evidente con los políticos que no se hacen a un lado y puede que comience a tener otro con los que agarran y reaparecen. La deriva es, como se ve, inmejorable. Y muy fantasiosa. En Valencia, directamente desde 2011, regresa ahora Francisco Camps. Lo hace además en el pabellón de sus viejas victorias electorales y con Earth, Wind & Fire cantando lo de 'Do you remember?', lo que indica la gravedad de la situación. ¿Lo recuerdas? En Génova, claro, el plan consistía precisamente en olvidarlo todo y salen a señalar el error mientras intentan evitar la polémica. Absuelto de todas las causas que lo apartaron de la política, Camps quiere volver a presidir el PP valenciano. Y asegura que no quiere sustituir a Mazón al frente del Govern. La oposición en Valencia debe de sentir la emoción ambivalente del delantero ante la puerta vacía, que combina el éxtasis y el pánico. ¿Qué más puede ponérseles a favor? El PP no tiene ni convocado un congreso en la comunidad y ahí está Camps sonriendo y haciendo el signo de la victoria. «¡Recojo el testigo. Recojo el reto!», proclama de un modo maravilloso: obviando el detalle de que nadie le ha lanzado un testigo, un reto o algo que se parezca lo más mínimo a una invitación.
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