Carlos Mazón anunció ayer su dimisión de un modo originalísimo: sin pronunciar la palabra 'dimisión' y dejando claro que la responsabilidad última de lo ocurrido ... en la riada de hace un año es de los demás. En su comparecencia, Mazón recordó brevemente a las víctimas de la catástrofe y reconoció algunos errores personales, entre ellos el de haber sido demasiado ingenuo. Debe de ser por eso, por ingenuidad, por lo que ahora va a conservar su acta de diputado y el consiguiente aforamiento. Supuestamente abrumado por una clase de responsabilidad que le acompañará «toda la vida» y que le hace ya «no poder más», Mazón se despidió definiéndose como un hombre que se equivocó y teniendo tiempo para insinuar que Pedro Sánchez es, en cambio, mala persona. La peculiar consistencia de su discurso también se advirtió cuando el 'president' se refirió al «sublime impacto» de la riada, lo que hizo pensar en un asesor con la cabeza ya en otra cosa buscando en el ordenador un sinónimo de 'extraordinario'. Como se ve, lo de dimitir de un modo sincero, breve y humano no se contempló. En otro momento impagable, Mazón les recordó a los valencianos que su Gobierno había suprimido el impuesto de sucesiones. Se conoce que, mientras hacía cajas, el asesor de antes no le vio el menor problema a mencionar la testamentaría ventajosa dos párrafos después de los 229 muertos. Desde luego, al ya 'expresident' de la Comunidad Valenciana hay que agradecerle al menos el ejemplo: es exactamente así, de este modo tan vulgar e inexorable, como se viene abajo una figura política cuando pierde por completo el armazón de la credibilidad.
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Además de abrir un periodo de incertidumbre política en la Comunidad Valenciana cediéndole la iniciativa política a Vox -las estrategias del PP son realmente inescrutables-, la marcha de Mazón propició ayer un fenómeno parapsicológico. Sucedió cuando la dimisión del presidente autonómico popular les pareció indigna, tardía e insuficiente a las mismas personas a las que en la misma mañana les estaba pareciendo de una institucionalidad intachable que Álvaro García Ortiz estuviese siendo juzgado en el Tribunal Supremo sin haber renunciado al cargo de fiscal general del Estado.
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Bernedo
Campamento invisible
Recordarán que las instituciones comenzaron negando tener ninguna responsabilidad sobre el funcionamiento del udaleku de Bernedo. Lo que hicieron después las instituciones fue matizar e intentar dejar claro que las responsabilidades, en caso de haberlas, eran siempre de las otras instituciones. Ahora la Diputación de Álava va a imponer una sanción a los organizadores del campamento. Por no haber comunicado, al parecer durante décadas, su actividad. Y por no haber aportado la información que se les ha requerido tras el escándalo de las duchas de formación del espíritu 'queer', los monitores nudistas y el resto de los episodios problemáticos. Se trata de un primer paso en un camino que tiene derivas judiciales. Pero también de uno que ilustra de un modo significativo una parte de lo ocurrido en Bernedo y que es increíble en un tiempo que prioriza de un modo nunca visto el cuidado de la infancia. Como si quisiese desactivar las críticas que señalan su pasividad, la Administración reconoce oficialmente el desconocimiento de la existencia de un campamento que no parecía funcionar precisamente como una actividad secreta y al que la propia Administración enviaba a menores tutelados por ella misma.
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