Hay que ver el lado bueno de las cosas: por más que nuestro 8-M vaya a envenenarse de cálculos electorales y cuentas pendientes, estamos ... mejor que en Irán. Allí lo que se envenena es directamente el aire de las escuelas para niñas. Con las niñas dentro. Sucede desde hace tres meses en diversas zonas del país. Ya hay más de mil alumnas afectadas. Todas coinciden al asegurar que primero olieron algo extraño y después comenzaron a sentirse mal: mareos, vómitos, asfixia. Parece que las consecuencias de la exposición a lo que por ahora es un misterio y podría ser un gas no es demasiado grave, aunque muchas alumnas tienen que ser hospitalizadas.
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«Contaminación mental», ha diagnosticado el Gobierno de Irán, que acusa a Occidente de intentar avivar el descontento en el país para que reviva «el fallido proyecto de los disturbios». Se refieren a los disturbios que tuvieron lugar tras la muerte a manos de la Policía de la Moral de la joven Mahsa Amini, que cometió el delito de no llevar el velo puesto correctamente. Fueron aquellos unos disturbios que duraron meses y que el propio Gobierno reprimió matando a quinientas personas más, lo que debió de contribuir al contento del país.
Hay expertos independientes que, ante lo extraño del caso, no descartan que lo de Irán sea un caso de enfermedad psicogénica, o sea, una mezcla contagiosa de sugestión y ansiedad. Incluso eso parece menos original que la posibilidad de que Occidente quiera reforzar la causa de la mujer iraní gaseando niñas. Parece más lógico entender que lo que ocurre en las escuelas es una suerte de castigo. Algunas de las imágenes más icónicas de la revuelta tras la muerte de Mahsa Amini las protagonizaron jóvenes que se quitaban el velo en clase y le hacían peinetas a las fotos de los ayatolás Jomeini y Jamenei, los Hernández y Fernández de la teocracia fundamentalista. En algunas de esas aulas, las chicas sustituyeron los retratos de los barbudos por carteles con el lema «Mujer, vida y libertad». Es una de las consignas que grita en Irán gente que se juega el tipo en serio y que deberían resonar en su honor en nuestras calles. Porque ignorar el heroísmo de una causa justa es una opción extraña y porque el 8-M, antes que un día cainita, siempre fue uno internacional.
Congreso
Señorías
En términos de decencia, sorprende que al Tito Berni se le reproche lo de los burdeles y la cocaína, pero no lo de la arroba. «Buenas tardes compañer@», comenzaba su mensaje de despedida en el chat del grupo socialista. «Acabo de registrar la renuncia a mi escaño en el congreso!», continuaba, con una exclamación también delictiva. Si 'Congreso' iba con minúscula, el di putado escribía 'abrazo' con mayúscula, lo que refuerza su coartada para las fotos peliagudas: «Soy una persona muy afectiva». Ya puestos, convendría saber qué es exactamente un diputado. ¿Alguien que puede ostentar la más alta representación pero no puede redactar un 'whatsapp'? También, al parecer, un autómata que vota y aplaude sometido a la tiranía de su grupo. Y que no tiene la mínima autonomía, que es la de defenderse y explicar con tranquilidad que compartir mesa con alguien no implica necesariamente conocer o compartir sus asuntos turbios.
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F1
Vuelve Alonso
En una de esas paradojas que tiene la actualidad, James Bond pierde gas por la cosa de la corrección política, pero Aston Martin demuestra que se encuentra como nunca de motor. Fernando Alonso subió ayer al podio del Gran Premio de Baréin, demostrando que tantos años después vuelve a tener un coche con posibilidades. El regreso es curiosísimo. Alonso es un veterano con la voracidad intacta. Y tiene detrás una nueva generación de seguidores que lo llaman «padre» y apenas habían nacido cuando los títulos mundiales de 2005 y 2006.
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