Helicóptero trascendental
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Marcado por las protestas contra Israel, el certamen casi lo gana IsraelYo les cuento Eurovisión. Ganó Austria con un joven de pulmones operísticos escenificando un naufragio mientras cantaba, agónico, cosas como esta: «Me estoy hundiendo en ... mis sentimientos». Fue una de las propuestas más serenas de la noche. España quedó antepenúltima, pero Melody hizo el helicóptero, gesto racial con el que pone a girar la melena sobre su cabeza y mientras simboliza de un modo centrífugo nuestro uso de los fondos europeos. El tema de la noche fue Israel, que casi gana el certamen no se sabe si por el televoto o si por el Mossad. La organización le había advertido a RTVE sobre las alusiones a la matanza en Gaza y los presentadores callaron. Dio igual. Bastó con que la cadena emitiese un rótulo mal redactado para arrancar con lo de la decencia y el orgullo. Nuestra política utiliza Eurovisión para parasitar el foco y rentabilizar la grieta. El énfasis revela el truco. Si la presencia de Israel en el show se te hace intolerable pero te quedas en el show, el orgullo y la decencia te importan menos que las fiestas de eurofans.
Suerte por lo demás a quienes deban seguir vendiéndonos el festival como algo trascendente. Este año el cantante estonio iba caracterizado de italiano mientras el italiano iba disfrazado de Ziggy Stardust con tuberculosis, así que quien encarnó la italianidad fue San Marino. Rebosante de cuero y de sí misma, la representante de Finlandia pareció lanzar un mensaje al continente: «Vamos a dejarnos ya de tanta palabra de seguridad en el mundo sadomaso». Los suecos ofrecieron una suerte de alucinación sociológica centrada en la sauna y provocada con toda probabilidad por una intoxicación de arenques. Si no la entendí mal, la propuesta lituana consistió en reproducir la llegada del fin del mundo a un psiquiátrico, pero desde la perspectiva del interno que lleva años anunciando el fin del mundo. El cantante ucraniano era un duende delgadito y bondadoso. Se agradecía mucho que en la oficina de reclutamiento lo hubiesen destinado al festival. El dúo albanés era en cambio de estilo dialéctico. Como Pimpinela, pero por el lado maligno en vez de por el romántico. ¿Cómo describirlos para que me entiendan? Dos demonios disputándose entre tambores, gorgoritos y fogonazos el alma incandescente de Enver Hoxha.
León XIV
León XIV celebró ayer la misa de inicio de su pontificado ante miles de fieles y delegaciones de ciento cincuenta países. «He sido elegido sin tener ningún mérito», dijo en la homilía. Es una frase que será recordada. Aunque no es cierta. Entre los méritos iniciales de Prevost, lucir bien en el papamóvil. Debutó ayer y hasta se da un aire a Juan Pablo II, que inventó el género. Otro mérito que ayer demostró el Papa fue sobrevivir a su primer encuentro con J. D. Vance, algo que tranquilizaría al colegio cardenalicio. «Parece que funciona», se dirían ayer. También es mérito de Prevost que todo el mundo le vea el lado bueno. Por ahora. Los conservadores valoran por ejemplo su respeto a las tradiciones. Y los progresistas celebraban ayer que señalase los peligros del capitalismo. Ambas son cosas que hacen todos los Papas, pero los tiempos no distinguen entre amnesia y acontecimiento. Ayer terminó el periodo excepcional tras la muerte de Francisco y puede que León XIV ya no tuviese tiempo de ver la final del Open de Roma entre Alcaraz y Sinner, tenista al que recibió en el Vaticano cuando todavía estaba en prácticas, lo que explica que no le preguntase -«ven aquí, Jannik»- por ese apellido suyo que significa 'pecador'.
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