Gorra nuclear
EE UU ·
Trump rompe su promesa de no intervenir en el extranjero y bombardea IránHoras después de que Pakistán lo propusiese para el Nobel de la Paz, Donald Trump ordenó bombardear tres complejos nucleares iraníes, cortando la respiración del ... planeta y quitándole polvo a un sintagma difícilmente empeorable: Tercera Guerra Mundial. El ataque tuvo lugar la madrugada del sábado, implicó bombarderos B-2 indetectables y el presidente lo siguió desde la famosa 'Situation Room' con la gorra roja de MAGA puesta. Tres días antes, Trump le había dicho lo siguiente a un periodista que le preguntó si iba a secundar a Israel en su guerra contra Irán: «Puedo hacerlo, puedo no hacerlo. Nadie sabe lo que voy a hacer». Entonces también llevaba la gorra de MAGA puesta, pero la blanca. Puede que a Trump haya que comenzar a interpretarlo sobre todo por el color de la gorra.
Ayer hubo intentos de transformar lo que parece una postura internacional contradictoria en astucia táctica de primer nivel. Lo hizo, por ejemplo, Pete Hegseth, el secretario de Defensa que luce un pañuelo con la bandera de Estados Unidos en el bolsillo de la chaqueta y deberá elegir entre la descortesía y el consejo de guerra si alguien a su alrededor necesita sonarse urgentemente la nariz. «Cuando Trump habla, el mundo debe escuchar», dijo con un tono que, de tan triunfalista, parecía preocupado. Daban ganas de responderle que el mundo no hace otra cosa y que a Trump le hemos escuchado decir que se había acabado lo de intervenir militarmente en el extranjero. Quiero decir que su credibilidad es mejorable. Por eso la certeza de la Casa Blanca de que Irán no va a escalar el conflicto no resulta tranquilizadora. Cierto que el siniestro régimen de los ayatolás no atraviesa su mejor momento y carece de los aliados de antaño en la región. Pero, por lo pronto, garantizan la respuesta, amenazan con cerrar el estrecho de Ormuz y envían a su ministro de Exteriores a verse con Putin. Mientras tanto -es muy curioso- Trump lleva semanas diciendo que tienen el mejor Ejército del mundo y armas asombrosas, increíbles, con las que los demás ni sueñan. Lo hace con el entusiasmo infantil del que acaba de descubrir el hangar de los aviones. Conociéndole, no sería raro que el deseo de usarlos termine siendo mayor que el de ganar, como Obama, el Nobel de la Paz.
Festivales
Tiempo detenido
Los grandes conciertos son para el verano. Lo confirma el éxito de otra edición del Azkena en Vitoria, el primero de los shows de Bruce Springsteen en San Sebastián y la cercanía del Bilbao BBK Live. Hubo un tiempo en que los vascos tenían que encontrar el modo de desplazarse a alguna gran capital nacional o europea para ver conciertos de primer nivel. Hoy los vascos lo que tienen que encontrar es el modo de organizarse para poder acudir a todos los grandes conciertos que se celebran a su alrededor. La oferta es tan abundante que se habla recurrentemente de la burbuja de los festivales. No termina de estallar. Mientras el fenómeno sorprende cada vez más por su transversalidad. El paso del tiempo se ha detenido en el mundo del rock. De pronto, los artistas desconocen la vejez mientras el público ya no está compuesto por jóvenes feroces, como en Woodstock, sino por nutridas representaciones intergeneracionales. Padres, hijos, abuelos, nietos. Hasta bebés. Cuentan las crónicas que el sábado en San Sebastián a Bruce Springsteen le pidió un selfi una niña mientras tocaba 'The promise land', canción grabada cuando la niña, por supuesto, no había nacido. Ni tampoco, probablemente, sus padres.
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