Todo estilista es un censor y en su disección del lenguaje en América el gran Mencken lamentaba que 'son of a bitch', o sea, hijo ... de puta, fuese el comodín del juramento estadounidense. «No hay elevación en ello, no hay impacto, no hay sorpresa», diagnosticaba el maestro de periodistas. «Al policía más tonto de Palermo se le ocurren docenas de insultos mejores entre el desayuno y la pausa del mediodía». Que en Estados Unidos reduzcan además la ofensa hasta el acrónimo explica por qué leemos que Joe Biden acaba de referirse en público a Putin como «este S.O.B. loco». En el Kremlin han respondido acusando a Biden de hacerse el vaquero de Hollywood. Como si el que monta a caballo con un rifle en mano no fuese precisamente su jefe.
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El de Biden no es el único caso reciente de insulto personal entre superpotencias. Habrán notado el frenesí con el que Isabel Díaz Ayuso le dice a Pedro Sánchez lo de 'me gusta la fruta'. La cosa comenzó cuando Sánchez en el debate de investidura recordó con toda premeditación el caso del hermano de Ayuso y las mascarillas pero olvidó el doble archivo judicial. Ahora el caso de las mascarillas del Koldo de Ábalos llega cual broma del destino y el presidente insiste en la acusación porque siempre juega fuerte. El hermano de Ayuso, un ciudadano particular, tendría ganada la querella, pero la presidenta también juega fuerte y gana aún más sacando su frutero, que es al tiempo una forma de mentarle la madre a Pedro Sánchez y un espectáculo desolador: el de la puerilidad automatizándose hasta la insidia. La transformación del espacio público en este callejón se justifica por la lógica que convierte en enemigo a quien no es un incondicional. Eso explica que nos asombre lo de Biden, que está senil, pero nos hayamos acostumbrando pronto a lo de Ayuso, que insulta al presidente de su propio país porque es un animal político. Uno, en concreto, al que la rabia del rival le importa más que el alipori del prójimo. Con el 'caso Koldo' floreciendo, no será fácil gestionar esta nostalgia. ¿De las buenas formas? No, no, del policía más tonto de Palermo.
Alves
Menos y ejemplarizante
Apenas unos minutos después de que se conociese que Dani Alves era condenado a cuatro años y medio de cárcel, la exministra Montero definía la sentencia como el resultado de «la lucha feminista por el derecho a la libertad sexual». También instantánea, la vicepresidenta Díaz expresó su deseo de que la sentencia «sirva como medida ejemplarizante». Yo tengo mala memoria, pero nuestra sociedad debía de ser un lugar sin ley y un caos moral antes de que Montero y Díaz pusiesen orden. Por suerte, los violadores ya no tienen impunidad. No como antes de la ley del 'sólo sí es sí'. Lo curioso es que el futbolista que nos ocupa parece haberse beneficiado precisamente de esa ley, ya que, de habérsele aplicado la posterior reforma aprobada con escándalo por PSOE y PP, le habrían condenado al menos a dos años más de prisión. La verdad es que es curioso el triunfo de lo ejemplarizante. Si lo recuerdan, todo comenzó con un famoso juicio celebrado en Pamplona en el que unos violadores fueron condenados a una pena inadmisible que lo hizo saltar todo por los aires: nueve años de cárcel, exactamente el doble de los que ayer, parece que gracias a la lucha feminista, le cayeron al futbolista Dani Alves.
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