Con su pelo antaño legendario aplacado por las canas y un corte conservador, el espectro de Carles Puigdemont se apareció ayer en Perpiñán. Lo hizo ... para romper su acuerdo con el PSOE y recuperar por un instante el efecto de aquellas intervenciones suyas de hace ya casi una década, siempre sin preguntas y a veces sin saber si había declarado o no la independencia de Cataluña. La verdad es que el líder de Junts tenía esta vez menos que contar: pasan a la oposición y dejan al Gobierno de Pedro Sánchez sin una mayoría parlamentaria que en realidad nunca existió. Si el mensaje era breve, la disertación fue pesadísima y adornada con gestos y giros cada vez más pujolistas. Puigdemont pareció a veces la víctima de una estafa que hubiese convocado a los medios para describir con todo detalle su ingenuidad. En un momento francamente cómico, el expresident del 1-O, la fuga en el maletero y la ley de amnistía redactada a su nombre llegó a afearle al PSOE la «tentación tacticista».
Publicidad
«¿Cómo piensan gobernar más allá de su proverbial capacidad de ocupar el poder?», preguntó ayer Puigdemont. Fue una pregunta, no sé, cuántica, porque María Jesús Montero la había respondido horas antes de que se formulase. La vicepresidenta del país anunció que todas las relaciones tienen altibajos y que ya verán ellos como «operativizar» lo de Junts. O sea, que van a seguir gobernando el país en minoría parlamentaria y sin Presupuestos, pero operativizando. A mí me parece que a partir de aquí no habría más que hablar, pero ya saben cómo son estas cosas. En el PP comienzan a anticipar elecciones autonómicas, como queriendo dar ejemplo. Pero tampoco estará fácil lo de la pedagogía en un país que tolera como la cosa más normal del mundo que su gobernabilidad esté en manos de un prófugo de la justicia que habla desde Perpiñán. Lo que viene ahora es un misterio, pero será corrosivo. Que Puigdemont termine presidiendo el Tribunal Constitucional que decida sobre su propia amnistía no debe descartarse a poco que se operativice en serio. Del mediador salvadoreño don Francisco Galindo Vélez al cierre de esta edición no se sabía nada. Si alguien lo ve por Ginebra, que le avise por favor de que ya puede dejar de intermediar.
Argentina
Futuros inciertos
Con su célebre peluca emprolijada y un traje normalito en lugar de una superposición de cazadoras, Javier Milei celebró una victoria inesperada en las elecciones del domingo. Lo hizo garantizando acuerdos y sin insultar a rivales y periodistas. Fue un guiño a Donald Trump, que amenazó con retirar la ayuda financiera si Milei no se imponía en los comicios. Al final lo hizo con la economía tambaleándose y después de que se diesen en su Gobierno episodios novedosos de crueldad discursiva y casos de corrupción de los de siempre. La injerencia de Trump no fue menos espectacular que el principal acto de campaña de Milei: un concierto en el Movistar Arena de Buenos Aires en el que cantó con una banda de rock. Por ejemplo, clásicos de Charly García con la letra adaptada: «Yo soy un liberal, / soy de todos el más liberal, / no me podes pisar, / porque soy capitalista, / capitalista». Se dice en Argentina que se ha preferido la incertidumbre del futuro a la certeza del pasado. ¿Dónde quedará el presente en esta explicación? En cuanto al pasado, tras el batacazo electoral de sus epígonos, Cristina Kirchner, presa domiciliaria, salió al balcón de su casoplón de Recoleta a bailar con la militancia que todavía la adora a ella.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión