Dragones eléctricos
Los vehículos híbridos y eléctricos chinos comienzan a seducir a los compradores europeos
Se venden más híbridos y eléctricos en el País Vasco y entre ellos se abren paso los de fabricación china. Sucede de un modo confuciano. ... No es casualidad, o sea, sino parte de un plan paciente e imparable. El mes pasado, el número de electrificados chinos que se vendió en el País Vasco rozó el 25% del total. La explicación tiene que ver con el factor calidad-precio. Hace unos días, Jim Farley, CEO de Ford, participó en el Festival de Ideas de Aspen y calificó la supremacía china en la producción de vehículos eléctricos con unas palabras llamativas: «Lo más humillante que he visto nunca». A continuación, Farley definió la ventaja china como una amenaza existencial para la industria occidental.
Además de precios competitivos, los eléctricos chinos cada vez tienen más cosas alucinantes. Eso también decide el gusto del conductor contemporáneo. «Te sientas y toda tu vida digital se refleja en el coche», flipaba el CEO de Ford, celebrando que el coche sea una extensión del teléfono. Claro, él no debe de tener en la hemeroteca digital diez o doce chistes irreflexivos sobre el camarada Xi Jinping. En tal caso, lo humillante igual es ver cómo, tras el reconocimiento facial, se cierran los seguros, se tintan los cristales y el cinturón de seguridad comienza a apretar demasiado mientras el coche arranca solo y el navegador calcula la ruta hacia la sede del Ministerio de Seguridad en Xiyuan. Trece chistes. Mala mía.
Se nos dijo que la industria automovilística china miraba hacia Europa para expandir no se sabe si su mercado o si su espacio vital y parece que no hay aranceles que frenen al gigante. Asistimos a un cambio irrevocable y confuso. Con su necesidad de minerales críticos para construir baterías que no sabemos cómo reciclar, el coche eléctrico es el futuro. Mientras los automóviles son como concepto el pasado: unas cosas que merecen ser proscritas. Pero que al tiempo merecen ser fomentadas por su importancia económica. El ideal, imagino, es que el ciudadano renueve su utilitario con frecuencia, pero no lo utilice nunca. Para que tenga sentido solo habrá que cambiar los planes del fin de semana y proponerles a los niños bajar al garaje a mirar un rato el bólido. Y los chiquillos locos de alegría, dando saltos en el sofá. Y en el lado correcto de la historia.
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