
Demoliendo Paradores
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Ábalos ·
El 'caso Koldo' debería exhibir el nombre de Ábalos y el rango de epopeyaEs imposible estar al día de todos los escándalos que componen el 'caso Koldo'. Atendiendo solo a las últimas informaciones, van desde el rescate millonario ... de una aerolínea a un ambicioso plan para repoblar empresas públicas con un número aún por determinar de misses, novias, sobrinas y exparejas, pasando por el destrozo de la habitación de un Parador al que el ministro Ábalos llegó según se dice con una furgoneta de señoritas. Es desde luego inaceptable. Y no me refiero tanto a la corrupción como a la denominación. Teniendo en cuenta que Koldo García era el factótum del ministro y que este mantenía una actividad irregular, pero sobrehumana, el caso debería llevar el nombre de Ábalos y puede que ascender a la categoría de epopeya. Un respeto a la autoría. ¿Acaso lleva la imponente torre Eiffel el nombre del aparejador?
Como parece imposible que en España el escándalo se distancie de la astracanada, ayer la exmujer de Koldo compareció en la comisión de investigación del Senado, pero de incógnito. Con peluca y gafas de sol, con una pasmina que le cubría la boca y la cabeza, parecía recién llegada de Tatooine. Cómo olvidar que José Luis Ábalos se plantó hace un año en esa misma comisión a cara descubierta y hecho un torero. Entre otro millón de cosas, aún no se sabía que el destino natural de sus relaciones complicadas eran las nóminas públicas, aunque eso no significase que tuviesen que ir las muchachas a trabajar. El último informe de la UCO reproduce mensajes en los que la ya famosa Jésica le pide a Koldo información sobre dónde la han colocado. «Dame una dirección y un teléfono porque no sé dónde trabajo», escribe. La joven mostraba una gran profesionalidad en lo tocante a tener una profesión falsa. «Yo no me puedo inventar algo de algo que completamente desconozco», explicaba. En términos epistemológicos, la frase no se la salta Gilles Deleuze. En términos de estupefacción, lo que resulta asombroso es que hubiese un ministro comportándose como un cacique desenfrenado, y puede que también como Charly García -demoliendo hoteles-, y nadie se enterase de nada. En una sociedad moderna, avanzada y supuestamente harta de corrupción. La torre Eiffel ahí, con todas las luces. Y nadie veía nada.
País Vasco
El Gobierno vasco reúne en el BEC a cuatrocientos jóvenes con tres víctimas de la violencia terrorista. La novedad del encuentro tiene que ver sobre todo con sus dimensiones porque da la sensación de que el resultado es siempre similar: a los jóvenes les impacta conocer lo que pasó. Se trata de un impacto que lleva implícita otra pregunta: ¿cómo pudo pasar? Tiene uno la sensación de que con frecuencia a los chicos se les explica en estos casos que la sociedad miraba hacia otro lado. Y es cierto, claro; pero no es del todo exacto. Había una pequeña parte de la sociedad que no miraba hacia otro lado. Ayer pudieron escucharlos en el BEC. Ellos miraron de frente a la violencia y se opusieron. Y hubo otra parte de la sociedad, minoritaria pero mucho mayor, que miró igualmente a la violencia pero para aplaudirla. O para exigirla a gritos en manifestaciones multitudinarias. «Mátalos», ¿recuerdan? Una de las anomalías de la Euskadi sin violencia, una que antes que a los jóvenes deberíamos aclarárnosla los mayores a nosotros mismos, consiste en que esa parte de la sociedad se haya saltado las explicaciones para dar constantes lecciones sobre cómo se solucionan los conflictos a los que jamás pidieron que nadie matase a nadie.
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