Debut electoral

Antes de la inmortal frase de Peabody, John Wayne desalojaba del 'saloon' a un muchacho. «Demasiado joven para votar», le decía. «Vuelve a la escuela». Cincuenta tacos tenía el actor que interpretaba al adolescente. ¿Ven cómo en la película de John Ford está todo? Nuestra sociedad también ha terminando caracterizando cincuentones para solventar la carencia de jóvenes genuinos. De entre los pocos que en realidad tenemos, algunos miles votarán por primera vez en mayo. Igual no son tantos con los niveles de abstención que manejamos, pero voy a darles unas indicaciones básicas. Jóvenes: votad lo que más desquicie a vuestros padres. Y hacedlo extremando al máximo vuestra ideología para que el viaje en dirección contraria que completéis durante las próximas décadas sea al menos digno de verse.

Resurge cada cierto tiempo la idea de adelantar a los dieciséis años el derecho al voto. Los neurocientíficos advierten de que a esa edad el cerebro está con la amígdala sensible e hiperreactiva y la corteza prefrontal a medio cocer, de modo que se favorecen las emociones exaltadas y las decisiones impulsivas. A mí me parece que eso significa que a los dieciséis años uno es un votante indistinguible del resto y un ser humano más estable y pacífico que la mayoría de los candidatos. Volviendo a Liberty Valance, la democracia ha evolucionado y hoy, durante la jornada electoral, no hay trampas, palizas, extorsiones, amenazas o jugarretas. Se acumulan todas antes. Lo llamamos campaña electoral.

Tras poner al hombre más fuerte del mundo a levantar piedras en Abadiño, hemos puesto a un famoso ala defensivo de la NFL a cortar troncos en Vitoria. El hombre más fuerte del mundo era el letón nacionalizado estadounidense Martin Licis; la estrella del fútbol americano, Cameron Jordan. Ambas visitas se explican por motivos relacionados con «proyectos audiovisuales» que se intuyen documentales de esos en los que un famoso desciende a lo extraordinario, a lo auténtico, como descendió al infierno el Dante. Al poeta supremo lo acompañó Virgilio y a nuestros deportistas documentalistas Magunazelaia y Txikon, deportistas autóctonos. Se acuerda uno de pronto del programa aquel de ETB, 'Akelarre'. Como si quisiese decir algo que el exotismo nos sirviera para el marketing, pero no para el humor.

Pere Aragonès apuesta por una ley de Claridad a lo canadiense y ni caso. Bueno, en Junts y la Cup le hacen caso, pero para oponerse. Con razón: en Canadá la ley ha sido antes un pegamento federal que una palanca independentista. Menudo clasicazo, la ley de Claridad. Referirse a ella es una tradición semimágica. Entre nosotros, hay quien sigue creyendo que la ley le favorece porque «claridad» es una palabra preciosísima. Parece que Esquerra recupera la idea porque no lo ve claro en las Municipales. Ni siquiera lo de Gabriel Rufián en Santa Coloma. Qué raro. A los vecinos siempre les gusta que el candidato que viene a cambiarlo todo no deje su puesto en el Congreso, no vaya a ser que pierda y le cambie a él lo fundamental.