A Sumar se le está agotando la paciencia con la ministra de Vivienda. Es, por supuesto, una manera de hablar. Pero este martes la portavoz ... parlamentaria del partido minoritario del Gobierno invitó a Isabel Rodríguez, o sea, a una ministra del Gobierno, a «dejar paso» a alguien que sí esté dispuesto a frenar la subida de precios en el mercado inmobiliario. Qué oportunidad perdida. Me refiero a la de exigir que la ministra de Vivienda se fuese a su casa. Isabel Rodríguez tiene tres en Ciudad Real. Y llegó al cargo garantizándoles tranquilidad a los ahorradores que han invertido en segundas viviendas que complementan sus rentas.
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Eso sucedió hace dos años, una eternidad, cuando Pedro Sánchez aún no hablaba del «drama de la vivienda» y la vivienda no ocupaba el primer lugar entre las preocupaciones de los españoles, según el CIS. Si lo recuerdan, fue antes de la dana cuando nuestra política descubrió alarmadísima que la imposibilidad de disponer de un sitio donde vivir estaba arruinándoles la vida a los españoles. «¿Pero cómo no nos habíais dicho nada?», pareció a punto de preguntarle la política en aquel momento a los españoles.
Desde entonces, hemos visto a la ministra del ramo hacer cosas como pedir «una tregua de Estado», culpar de todo al mercado, culpar a la falta de apoyo a los Presupuestos, culpar también a Madrid y preparar un Plan Estatal de Vivienda cuya medida más memorable parece ser el 047, un número de consulta telefónica que coincide, atención, con el artículo 47 de la Constitución. Es el del derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada, pero también el de los poderes públicos impidiendo la especulación. Su cumplimiento requeriría grandes acuerdos y políticas públicas ambiciosas, realistas y sostenidas en el tiempo, pero nuestra política lo que genera son a veces zapatillas Keli Finders y a veces números de teléfono informativos. También observatorios, muchos observatorios. Y una campaña graciosísima que ya ha habido que retirar por el escándalo. Mostraba a tres ancianos compartiendo piso como estudiantes en 2055 y al Gobierno pronunciando un eslogan -«En tu futuro debería haber una casa»- que para buena parte de la población resulta indistinguible de un insulto.
Francia
Celda presidencial
Nicolas Sarkozy prometió que entraría en prisión con la cabeza alta y este martes pudimos ver que, al menos, salió con la cabeza alta hacia la cárcel de la Santé. Es la cárcel donde estuvo Alfred Dreyfus, algo que agradará a un expresidente que interpreta su condena como el triunfo de una venganza que humilla a Francia. Pensando en esos términos, no sorprende que Sarkozy haya entrado en la cárcel con un ejemplar de 'El Conde de Montecristo', el clásico de referencia sobre un inocente al que sus enemigos meten en prisión. También es una novela que no gira tanto sobre la cárcel como sobre la venganza. Y una en la que uno de los malvados más detestables se llama Fernando y es catalán, lo que no sé que puede significar por el lado del paralelismo. El otro libro que Sarkozy lleva para la celda -baño privado, escritorio, televisión, teléfono: no parece eso el Castillo de If- habla sobre otro reo eminente: Jesucristo. La biografía del Jesús histórico de Jean-Christian Petitfils. Si el libro de Dumas pasa de mil páginas, el de Petitfils casi llega a las setecientas. Son muchas horas de lectura. Como si Sarkozy confiase menos que sus abogados en que el tribunal responda positivamente a su petición de excarcelación antes de un mes.
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