Maika Salguero
Opinión

Custodia municipal

Un palacete del XIX puede pasar de estar protegido a dejar de estar por completo

La materia ni se crea ni se destruye, pero el patrimonio desaparece. Acaba de pasar en Algorta, Getxo, calle San Nicolás 11. Había allí un ... palacete protegido en grado de custodia municipal que iba a ser rehabilitado dentro de una promoción que incluye la construcción de un edificio de diseño contemporáneo en el terreno colindante. Todo muy bien situado y exterior, cerca del Puerto Viejo. El proyecto arquitectónico resaltaba el interés del palacete, una «típica residencia algorteña del siglo XIX» que fue reformada en 1933 por Rafael de Garamendi. La idea era conservar la fachada y la estructura exterior, pero de pronto allí no queda nada. Solo un solar. Un típico solar algorteño del siglo XXI. Tras conocer la demolición del palacete, el Ayuntamiento ha paralizado la obra. Y es ahora cuando los demás conocemos que, entre los cooperativistas que impulsan la promoción, hay dos concejales del propio Ayuntamiento. Son pareja y del PNV. Él lleva el área de Personal, Tesorería e Intervención; ella es la responsable de Contratación y preside el Aula de Cultura, donde se habrá hablado a veces de la arquitectura de Getxo.

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En el Ayuntamiento parecen mantener una estricta política de rigor a posteriori y aseguran que los concejales se abstendrán en todo lo relativo al derribo del palacete. La oposición en cambio quiere saber si los concejales conocían el derribo. La indignación parece quedar toda para los vecinos, que se preguntan cómo un edificio puede pasar de estar protegido a dejar de estar por completo, o sea, a desaparecer. Por desgracia, todos conocemos las ventajas que en ciertas empresas presentan los hechos consumados. Salvando las distancias, en 1980 un joven constructor llamado Donald Trump se comprometió a donar al Metropolitan los frisos Art Decó de los almacenes Bonwit Teller que iba a derribar para construir una torre famosa que hoy lleva su nombre. El viejo edificio cayó y por supuesto los frisos desaparecieron. Trump terminó reconociendo que mandó destruirlos. Le dio miedo, explicó, que al intentar conservarlos una piedra pudiese «asesinar» a un peatón.

Remite: papá

Hay personajes que te ponen de su lado aunque sepas que haces mal: Coriolano, Falstaff, Tony Soprano, King Kong… Los llamamos antihéroes porque no podemos llamarlos exministros de Transportes. O exsecretarios de Organización del PSOE. Ayer José Luis Ábalos se fue a la radio a denunciar que el Gobierno le persigue y a sugerir que hay en el Gobierno gente más perseguible que él. Lo hizo con ese cuajo epopéyico suyo y esa voz que mece en un mar de alquitrán la amenaza y la emoción. Indefendible y humano, Ábalos le reconoció a Carlos Alsina que tenía con esa joven que ha salido en los papeles «una relación como las que tienen normalmente todas las personas», lo que no quita para que fuese «una situación difícil, anómala y por lo tanto compleja». La dificultad implicaba viajes oficiales y Koldo soltando tela. «Cosas de la vida», reflexionaba tanguero el exministro. Y luego revelaba que esos mails que han salido no son de la joven, sino una trampa tendida por él mismo, lo que se demuestra comprobando remitente y destinatario. «De papá a papá», pormenorizaba Ábalos como entre una humareda invisible de azufre y de Ducados, anómalo y complejo como normalmente todas las personas.

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