Cuenta regresiva
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El PP adelanta su congreso y Belén Esteban se queda tirada en el AVEFeijóo le anunció ayer a la plana mayor del PP que el congreso nacional del partido no será en primavera sino en San Fermín. Lo ... hizo de un modo original: expresando su deseo de que la convocatoria extraordinaria sea en realidad ordinaria. Luego vino el chiste: «Pasamos del cónclave del Papa al cónclave del PP». Que un rayo justiciero no destruyese ayer el edificio de Génova 13 confirma la infinita misericordia del Altísimo. El movimiento del PP llega para acallar un supuesto «runrún» y para tensar al partido de cara a unas posibles elecciones. Feijóo activó ayer la cuenta atrás. Si no recuerdo mal, es algo que dice estar haciendo desde que aterrizó en Madrid. Pero parece que el alto mando popular detecta, ahora sí, el adelanto electoral. Quizá sea por esos mensajes en los que Sánchez revela cómo funcionan los partidos, su buena relación con Ábalos tras echarlo del Gobierno y -esto es a mi modo de ver lo inaceptable- que llama «petardos» a sus enemigos internos. ¿Petardo? ¿Qué clase de insulto es ese? Sin duda, merecemos un presidente del Gobierno que insulte con el salvajismo y la creatividad con que lo hacemos sus gobernados.
«España no está perdida, España está esperando», le dijo ayer Feijóo a la plana mayor de su partido. Parece que nadie levantó la mano intrigado: «¿Pero España de verdad está en un sitio, no sé, haciendo cosas?» La otra esperanza del PP para olerse el fin de la legislatura es que España esté sumida en el caos y la disfuncionalidad. A ese respecto, el AVE Madrid-Sevilla volvió a pararse el domingo. Se trataría de lo ordinario, un sabotaje, pero esta vez pasó algo extraordinario: en el tren iba Belén Esteban, que sacó el telefonito y comenzó a escribir todo seguido como un poeta futurista: «Qué vergüenza horas y horas esperando primero el apagón luego el cobre ahora una avería pero esto qué es…». La estrella de la tele de todos no debe de haber terminado de entender su nuevo papel como princesa de la clase media y trabajadora porque incluso se dirigió a Óscar Puente: «Le pido al ministro que mire por los ciudadanos y ciudadanas porque esto ya no puede ser de verdad». El momento histórico es este: puede que la caída del Gobierno no la provoque Ábalos sino Belén Esteban atrapada en un tren. No ha mordido así Feijóo en tres años.
Rusia
La propaganda rusa transforma un clínex usado en una bolsa de cocaína por la simple razón de que junto al pañuelo está Macron y, junto a Macron, Starmer, Merz y Tusk. Todos drogadictos. También es casualidad. El intento no es sofisticado -el gesto de Macron de esconder el pañuelo con rastros infamantes es en realidad universal-, pero los bulos vuelan solos. Eso causa una gran preocupación entre nosotros e invita a recordar que durante años a Albert Rivera se le colgó en España fama de cocainómano sin que a nadie le pareciese mal. Bueno, a él sí se lo pareció y negó siquiera haber probado las drogas. También informó del daño que la historia le hacía a su familia. Sin embargo, el rumor completó alegremente el viaje que va del humor oficialista al debate político. Y vimos a figuras de partidos políticos hoy muy sensibles al peligro de los bulos insinuando en público, entre mofas y aplausos -cuántos aplausos- que Rivera esnifaba. Una de esas figuras ya caída en desgracia tuvo que retractarse ante un juez. Pertenecía al mismo partido que otro líder caído en desgracia del que se supo hace medio año que casualmente él sí tenía problemas con las drogas. Con las drogas y con el límite de la contradicción entre el personaje y el no sé qué.
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