
Claves y candados
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El consenso sobre la vivienda toma cierta forma en torno a los pisos turísticosLos pisos turísticos comenzaron siendo un problema que se circunscribía al sector hotelero, y que no era bajo ningún concepto alarmante, y ya forman parte ... de una emergencia nacional que merece intervenciones del presidente del Gobierno incluyéndolos en el grito de guerra: «Sobran Airbnb y faltan viviendas». Al equipo médico que nos lleva de urgencia a la mesa de operaciones porque de pronto nos sobran cosas le preguntaríamos si no habría sido mejor ocuparse hace años de la tos aquella sin importancia. Pero la política no funciona así. La política funciona como una subasta en un frenopático. Y ahora parece que llega al fin la hora de la vivienda y en torno a los pisos turísticos sí se da una especie de consenso milagroso y repentino. El Gobierno quiere menos Airbnb. Y los ayuntamientos cada vez están más de acuerdo, aunque sean del PP, como el de Madrid, que los va a prohibir en los edificios residenciales del centro. O como el de Bilbao, que es del PNV y ahora solo va a permitir que en las zonas tensionadas se abran nuevos pisos turísticos que tengan acceso independiente a la calle.
Son medidas que hace no tanto eran impensables y que ahora hacen pensar en que hay problemas que solo se solucionan cuando se concita en torno a ellos una cierta energía colectiva y transversal. El de la vivienda es uno que va a necesitar eso y mucho más. Por ejemplo, tiempo y algunos consensos firmes y duraderos, siempre que no se trate de anunciar unas cuantas promociones sino de conseguir que en nuestra sociedad tener un sitio para vivir deje de ser un problema en el que la gente se deje la vida. Sería injusto que la furia reformista cayese solo sobre los pisos turísticos, que también tienen los pobres algo de victimarios propiciatorios. Para mirar más allá igual habría que llenar de candados los suelos urbanizables. Lo digo porque parece que los candados señalan muy bien lo que no funciona. Sucedió con el amor cuando las novelas aquellas de Federico Moccia pusieron a la gente a vandalizar puentes. Y sucede ahora con los pisos turísticos, que llenan los rincones de las ciudades de cajetines para llaves clandestinas. Son pústulas de una afección urbana a sanar, pero que será un error confundir con algo peor. la enfermedad hereditaria y crónica de la vivienda.
UE
Pedro Sánchez les dijo ayer a los embajadores de España reunidos en Madrid que la oficialidad en Europa del euskera, el catalán y el gallego es este año prioritaria. Los embajadores anotarían: «Prioridad para 2025…». El embajador en Angola, por ejemplo. La orden llega en una semana en la que a Junts le toca sadomaso. Casualidad. Poco importa que la gente que conoce la UE repita que lo de los idiomas cooficiales es misión imposible. Para demostrar que nada lo es, el presidente les dijo a los embajadores que España ha pasado «del toro herido a ser un pata negra ibérico que se cotiza en todo el mundo». Fue raro. ¿No es mejor ser un toro herido que un cerdo muerto? La mención al jamón, eso sí, facilitó que los embajadores estuviesen alerta. Es que circula un vídeo de la víspera en el que discursea Albares y entre los diplomáticos hay quien lucha agónicamente por seguir despierto y quien se echa una siesta cardenalicia, como de embajador ante la Santa Sede. ¿Cómo culparles? El ministro de Exteriores es un orador ansiolítico. No habla, arrulla. Como un hipnotizador. Si quisiese, podría mirar fijamente a Von der Leyen, explicarle despacio que ella en realidad es de Palafrugell, contar hasta tres y ponerla a hablar en catalán.
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