Clases de 'lawfare'
España ·
La presidenta del CGPJ denuncia las «presiones intolerables» que sufren los juecesA Cristina Kirchner le ratificaron el martes la condena por corrupción y al instante estaba en las escaleras de la sede del Partido Justicialista para ... anunciarles a los partidarios enardecidos que se silenciaba al pueblo y que los jueces eran monigotes al servicio de los poderes económicos. «¡Y del Madrid DF!», pensé yo al ver a la expresidenta recurrir al 'lawfare' en versión original, o sea, muy bien: con la épica y el voseo, con el falaz dramatismo y con barricadas (pocas) ardiendo en la Panamericana. Hay que reconocerlo: a excepción de Pisarello, a nosotros lo del 'lawfare' nos queda raro. Patxi López sin ir más lejos parece que está pidiendo colaboración en el txoko cuando describe la «absoluta vergüenza» de que un juez del Supremo procese al fiscal general sin ninguna prueba y por defender, además, la verdad.
Ayer Isabel Perelló, que preside el Consejo General del Poder Judicial y es una magistrada incompatible con el fascismo al estar adscrita al sector progresista, criticó las «presiones intolerables» que reciben los miembros del Supremo y denunció los intentos de desprestigiar a los jueces. Lo hizo con la institucionalidad requerida, sin entrar en detalles, pero al instante el oficialismo le contestó que a ver si no se va a poder criticar a los jueces. La crítica consiste en acusarles de prevaricar e incluirlos en conspiraciones cuando investigan en las proximidades del Gobierno.
Si investigan en Paiporta y en las proximidades de Mazón, lo que hace el oficialismo es transformar el sintagma en una apisonadora: «una jueza valiente». Para conseguir que los jueces sean una cosa u otra a conveniencia del poder se requiere una sociedad esclerotizada entre el sectarismo y la extenuación. Ayer los jueces y fiscales pararon diez minutos para alertar sobre las reformas que en su opinión amenazan la independencia judicial y al instante el ministro de Justicia puso a circular uno de sus dilemas para 'dummies': reforma o inmovilismo. En términos de narrativa y propaganda, ahora que el Gobierno parece encontrar en el choque colectivo la salida a sus problemas particulares, la presencia de las togas en la calle tiene también algo de enseñarle un balón a Ronaldinho y proponerle un desafío: a ver quién da más toques.
Musk
Demasiado lejos
Elon Musk se ha disculpado. La última vez que le vimos hacer algo así fue después de justificar en Twitter el despido de un empleado islandés acusándole de fingir una discapacidad para no dar golpe y descubrir que el trabajador, no solo sufría realmente la discapacidad, sino que era un personaje famoso y queridísimo en Islandia, entre otras cosas por su honestidad. La disculpa esta vez viaja en dirección contraria, de abajo hacia arriba, e implica la asunción de haber llegado «demasiado lejos» en las críticas contra Trump. Tiene que ver con lo de incluirlo en la lista Epstein y parece responder al consejo que a Musk le ha dado su padre, Errol, un hombre que genéticamente explica muchas cosas. La esperanza del padre, y puede que también la de las empresas espaciales del hijo, es que el presidente y su brevísimo mejor amigo se reconcilien. Sin embargo, Trump observa la lógica primaria del depredador y no sería raro que interpretase la rectificación de Musk como sumisión antes que como buena voluntad. Sería una señal para atacar. Antes de conocer sus disculpas, Trump respondió brevemente a una pregunta sobre Musk exhibiendo una indiferencia indistinguible del insulto: «No he pensado demasiado en él últimamente».
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