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EFE
Furgón de cola

Ciudadano Pericles

21-A ·

Los parlamentos nos salen mal, pero los sorteos nos salen inmejorables

Lunes, 22 de abril 2024, 00:48

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La jornada electoral volvió a confirmar que la política es complicada. Si al ciudadano le cuesta saber a qué candidato votar, a los candidatos también ... les cuesta, cada vez más, votarse a sí mismos. Pello Otxandiano, sin ir más lejos. Es ingeniero de Telecomunicaciones, o sea, alguien capaz de abordar la resolución analítica de complejos problemas de estimación y decisión. Pues ayer, a la hora de votar, no conseguía averiguar en qué bolsillo llevaba el DNI. Ese, el del carné, fue un desafío que Alba García resolvió en cambio muy bien, siendo el sobre con la papeleta lo que a ella se le olvidó. Se dio cuenta en la mesa electoral, justo donde Miren Gorrotxategi descubrió que no estaba en la mesa correcta. La candidata de Podemos comenzó entonces a recorrer su colegio y tardó veinte minutos en encontrar dónde votar, llegando a advertir que ella, Gorrotxategi, era oficialmente Gorrochategui, no fuese a morir la democracia en Durango por una cuestión ortográfica. Frente a los candidatos y sus dificultades, como frente a todos nosotros, había ayer unos ciudadanos elegidos por sorteo ocupándose de todo, de cada papeleta sagrada y de cada incidencia repentina. Lo hacían con gran cortesía y con una mezcla casi tangible de eficacia y autoridad. La política es complicada pero nuestras jornadas electorales son ejemplares: un mecanismo ordenado, cordial, transparente. Estamos acostumbrados, pero es un prodigio. Y se concreta en el modo en que esos ciudadanos se transforman en legatarios de la dignidad colectiva. Son el vecino o la vecina del quinto, maldijeron su suerte cuando les tocó presidir la mesa, pero de pronto actúan con la sabiduría y el empaque de quien las clases de democracia las tomó con Solón y Pericles. Saliéndonos tan bien los sorteos y tan mal los parlamentos, asombra que no haya más voces a favor de la lotocracia, de la elección de cargos públicos al azar. Como en Atenas. La diferencia parece enorme, pero en esencia no es tanta, piénsenlo: igual que a veces te toca mesa para el domingo, te tocaría escaño, o consejería de Interior, para los próximos cuatro años.

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