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Las criaturas bicéfalas no son infrecuentes en la mitología. El dios Jano, el perro Ortro y el PNV son algunos de los ejemplos más conocidos. Demostrando que no hay hegemonía sin mímesis, Bildu se incorpora al formato de cabezas duplicadas. En el congreso del mes ... que viene la coalición se consagrará como advocación de la izquierda abertzale verdadera dividiendo su dirección entre una mesa política y una ejecutiva. El cambio es decisivo. A grandes rasgos, Otegi pasa de ser el coordinador general que manda a ser el secretario general que manda. El movimiento profundiza en el momento de renovación que afrontan nuestros principales partidos. El sábado supimos al fin que el sustituto de Andoni Ortuzar al frente del PNV será Andoni Ortuzar. Se lo anunció Andoni Ortuzar por carta a los militantes, que son los que en el PNV proponen los nombres de los dirigentes desde la noche primordial. El jueves Aitor Esteban le explicó eso mismo a Susanna Griso como quien le explica a un niño la razón científica de un fenómeno natural.
«En el PNV…», presumió Esteban con mucha paciencia en la tele nacional. Fue bonito. No veíamos algo así desde diciembre de 2023, cuando Andoni Ortuzar presumió igualmente de horizontalidad, afiliados decisivos y procesos «muy tasados» horas antes de que este periódico revelase que a Urkullu el partido ya le había dicho que no repetía como candidato a lehendakari. El PNV tardó entonces otro puñado de horas en anunciar a Imanol Pradales como sucesor. Y los afiliados decisivos votaron mucho después lo que suelen: a todo que sí. Sucederá lo mismo ahora con la elección de Ortuzar, que llegó hace doce años a la presidencia del EBB por el procedimiento abreviado, o sea, por la vía rápida que posibilita que los afiliados ni voten y lo hagan solo los integrantes de la Asamblea Nacional. Vaya por delante que yo entiendo a los partidos: la gente tiene mucho peligro y los propios militantes son los que más peligro tienen. Por eso conviene tenerlo todo muy controlado para que puedan expresar libremente la opinión correcta, que en un partido es por definición la que defienden los que mandan, que a veces se distribuyen en una cabeza y a veces en dos, pero no con el objetivo de mandar menos sino con el objetivo realmente irrenunciable: mandar todo lo posible.
Trump
La primera toma de posesión de Donald Trump terminó con el escándalo de las cifras de asistencia hinchadas, con la prensa haciendo comparaciones humillantes y con la fantasía progubernamental de los «hechos alternativos». Ocho años después, la segunda toma de posesión de Trump llega con la fantasía en la lista de invitados: junto a los gurús de Silicon Valley, la nueva derecha populista mundial, que se encuentra feliz en la gran Babilonia y luego vendrá con los discursos morales. Se dice que el segundo mandato de Trump va a ser distinto porque el presidente ya conoce el juego y quiere dejar un legado. Por lo pronto, la ceremonia de toma de posesión va a ser distinta, de interiores, porque Washington sufre estos días un temporal de frío antológico. Se recuerda que en 1884 las condiciones climáticas fueron similares y el presidente William Harrison, héroe militar y hombre de frontera, contrajo una neumonía mortal tras dar, sin abrigo ni sombrero, un discurso inaugural de dos horas. A mí me parece evidente que no lo mató el frío sino las ocho mil palabras. El recuerdo de su muerte confirma una de mis certezas más profundas: todo discurso que sobrepase los diez minutos es una tentativa de asesinato y debe perseguirse como tal.
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