Balance y despedida
21-A ·
La felicidad de los partidos tras las elecciones es unánime y efímeraLas impresiones de los partidos vascos tras las elecciones coinciden. Todos contentos. Y así da gusto. Qué sonrisas. Qué abrazos. Deberíamos repetir cuanto antes. El ... PNV ha perdido cuatro escaños, pero ha ganado las elecciones y seguirá gobernando el país. Su felicidad es la del partido más votado. La de Vox en cambio es la del partido menos votado con representación parlamentaria, que no solo mantiene su escaño (¡Numancia!), sino que suma casi cuatro mil apoyos. En Bildu, principal partido de la oposición, están exultantes porque han ganado seis escaños y eso les permite seguir liderando la oposición, que es al parecer el sitio donde mejor se está cuando se tiene paciencia estratégica. En el PSOE suben dos escaños y su felicidad también es máxima, ya que aspiran a ocupar cargos de la máxima importancia en el nuevo Gobierno de coalición. Todo negociador sabe que tu posición es de fuerza cuando llevas semanas haciendo público a gritos que apoyarás a tu interlocutor.
En el PP solo han ganado un escaño y no han conseguido fagocitar a Vox, pero han mejorado en treinta mil votos y su candidato intuye la remontada fortísima. Podría pensarse que donde sí hay infelicidad -¿para qué votamos si no los ciudadanos?- es en Podemos, que desaparece del Parlamento, y en Sumar, que ha conseguido el prodigio de salvar un escaño, pero no el de su candidata a lehendakari sino el del representante de Izquierda Unida. Yo creo, sin embargo, que en el fondo nadie está más feliz que ellos. Al fin y al cabo lo hacen adrede y sabemos por Freud del rollo raro y placentero que se establece entre el ego que ansía punición y el superego que castiga sin medida. Lástima que toda esta felicidad, incluso la masoquista, vaya a durar lo que dura el dibujo de un niño en la orilla de la playa. Observen cómo la política vasca regresa a su lugar secundario y favorable al tedio, la trastienda y el olvido. Es que ayer arrancaron en Madrid las comisiones salvajes sobre corrupción, mañana hay sesión de control en el Congreso y el viernes comienza la campaña catalana. Madre mía, qué manera de eclipsar.
Senado
King Koldo
La comparecencia de Koldo en la comisión Koldo fue histórica. No por el compareciente, que amparado por su abogado y por el derecho a no declarar, apenas dijo nada, sino por la estampa. Ver a Koldo García en el Senado fue como ver entre los tribunos a Maximino, aquel emperador tracio gigantesco y semibárbaro que utilizaba brazaletes como anillos y de un puñetazo podía romperle los dientes a un caballo. Maximino era también medio aizkolari, ya que «partía los árboles jóvenes» según la 'Historia Augusta', donde se le describe con una tríada inmejorable: «hosco, violento, vano». Más vano por hueco que por presuntuoso, Koldo ayer resoplaba y fingía incomprensión -quizá no la fingía- ante las preguntas de los senadores, que en cuanto comenzaron a lanzarse entre sí las acusaciones de corrupción también recordaron bastante al absurdo siglo III, aunque con peor oratoria. Se llegaba a sentir por el compareciente la solidaridad que cualquiera siente por King Kong en el teatro. Por seguir con las vidas paralelas, Maximino sirvió a Heliogábalo y Koldo a Helioábalos, José Luis, exministro de Transportes que comparece también un día de estos: más emociones fuertes en la pista central.
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