
Adicto al amor
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Gustavo Petro llama «mucho HP» al presidente del SenadoHay mucho escándalo en Colombia porque Leyva dice en una carta que el presidente Petro tiene problemas de adicciones. Sí, yo pensé lo mismo: «¡Pero ... qué chivato, el rockero!». Sucede que el Leyva no es el músico delgadito de Alameda de Osuna sino el doctor Álvaro Leyva Durán, veterano y polémico político que fue canciller con Petro, o sea, su ministro de Exteriores, entre 2022 y 2024. Asegura en su carta que fue durante una famosa visita oficial a París en la que Petro desapareció dos días cuando confirmó que el mandatario tenía «el problema de la drogadicción». Dejando caer que a quien no dio esquinazo Petro fue a los servicios de inteligencia franceses, Leyva describe lo avergonzado que se sintió como persona y canciller, «mucho más cuando supe en dónde había estado».
Con la inconfundible lucidez que a todos nos asaltó alguna vez a las siete de la mañana a la puerta de un garito y frente a la Policía Municipal, Gustavo Petro respondió esta semana a Leyva en un discurso público reconociéndose adicto, pero al amor. Había que verle recostado en el atril, hablando entre risas con tono golfante: «Nos enamoramos mucho. Voy a decir que somos adictos al amor. ¿Por qué se pierde dos días, compañero? No hay que pensar mucho…»
Yo imagino que hacer semejantes alardes es inadmisible en términos heteropatriarcales, pero Irene Montero no deja de poner a Petro como ejemplo presidencial. Entre otras cosas, porque al parecer él sí le para los pies a Trump. Ya lo vimos cuando publicó los tuits aquellos torrenciales en los que acusaba al estadounidense de querer eliminarle («me matarás pero sobreviviré en mi pueblo») para comenzar a continuación a hablarle de Aureliano Buendía y del califato de Córdoba e invitarle a tomarse con él «un trago de whiskey», como queriendo demostrar que lo de la intemperancia en él son rumores. Ahora, recostándose en otro atril, Petro ha llamado «HP», en concreto «mucho HP», al presidente del Senado. Se sospecha que es un modo de superar el escándalo anterior, el de las adicciones. «Anda por ahí mucho HP que irrespeta al pueblo», se ha reafirmado el presidente, demostrando que en su caso la adicción incuestionable ni siquiera es al amor sino a la peor de las demagogias existentes.
Fútbol
El árbitro De Burgos Bengoetxea, del comité vizcaíno, bordeó ayer las lágrimas de indignación recordando que a su hijo otros niños le dicen que su padre es un ladrón. Lo hizo para denunciar el maltrato que sufren los árbitros antes de dirigir la final de Copa entre Real Madrid y Barcelona, que son, como se sabe, los equipos peliagudos a la hora de pitarles penalti y expulsión. Sin duda la civilización debería imponerse en la infancia y en el fútbol, pero chirría un poco ver a la autoridad colegiada recurriendo así al lamento sentimental. Es mejor la autodefensa. Recordemos una vez más la crónica de Alberto Salcedo Ramos en la que descubrimos a Guillermo Velásquez, 'El Chato', árbitro colombiano que le sacó a Pelé la única tarjeta roja de su carrera y que aprovechaba sus conocimientos boxísticos, también el barullo de los córners, para «mandar al pasto» a los jugadores que le faltaban al respeto. De Burgos Bengoetxea expresó ayer su deseo de dejar el día de mañana el arbitraje con la tranquilidad de que su hijo esté orgulloso de él. Seguro que lo conseguirá. 'El Chato' Velásquez se retiró en cambio con la tranquilidad de que pudo tumbar a ocho o nueve jugadores con los puños, pero nunca «mató a nadie» con el silbato.
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