Carril ultraderecho
Alianza Catalana sube en las encuestas y transforma la política catalana en un manicomio distinto
Un día después de que una encuesta de 'La Vanguardia' situase a Alianza Catalana subiendo de dos a diecinueve escaños en el Parlament, Sílvia Orriols ... anunció que «a priori» no contemplan «el enfrentamiento armado y violento con España». Lo del reencuentro en Cataluña ya se ve que va muy bien. Y lo del oasis. Eso va también fenomenal. «Fuera españoles y musulmanes» fue una de las consignas que Alianza Catalana coreó en la última Diada, donde triunfaron de un modo novedoso, pleno, absoluto. Se sabe porque esta vez fueron ellos los que llamaron 'botiflers' a los demás. Ahora triunfan de un modo similar en las encuestas y se sitúan a un escaño de Esquerra y de Junts, lo que transforma la política catalana en un manicomio con las puertas tapiadas y sitúa a Puigdemont, precisamente a él, ante el pánico de ser adelantado por un bólido de catalanidad extravagante que va sin frenos por el carril de muy a la derecha, el carril ultraderecho.
Hay quien piensa que los nervios de Junts ponen en riesgo la mayoría del Gobierno en Madrid, pero el razonamiento presenta un desajuste: esa mayoría ni siquiera existe. En realidad, el ascenso de Alianza Catalana afecta a la política nacional por un lado más serio: el premonitorio. Como sucedió con el auge de la narrativa sobre divorcios paternos o la implantación de las gafas con montura de colores, Cataluña anticipa crisis que llegan después al resto del país. La que viene se refleja en la encuesta de 'La Vanguardia': el otro partido que sube como un cohete -de 11 a 16 escaños y adelantando al PP- es Vox. Se confirma así que la energía política del momento no es el independentismo sino las ganas de cerrar fronteras y deportar inmigrantes. La irreversibilidad del fenómeno es ya manifiesta y genera situaciones impensables. Por más que odie a España, Sílvia Orriols no termina de caerle mal entre la sociología de Vox. Como si fuese imposible resistirse a esa mezcla de iluminación y fanatismo, a esas llamadas a defender la civilización occidental amenazada. Aunque sea todo en catalán. Es incluso bonito. Cincuenta años después del pacto constitucional, el último reducto de transversalidad que queda en el país. No permitamos que nuestras fobias se interpongan entre nosotros y la islamofobia.
EE UU
Odio presidencial
Cuesta llamar funeral al acto en memoria de Charlie Kirk que se celebró el domingo en el State Farm Stadium de Arizona. Entre otras cosas, porque es raro que un funeral llegue a ser indistinguible del 'Wrestlemania'. Por la pirotecnia y la espectacularidad. También por la furia. Mientras que la viuda de Kirk perdonó a su asesino con referencias muy dramatizadas a Jesucristo, el presidente Trump -incompatible con cualquier clase de duelo, cualquier clase de seriedad y cualquier clase en general- presumió de no poder hacerlo. «Odio a mis oponentes y no les deseo ningún bien», soltó de un modo extrañísimo, entre el monólogo cómico y la pretensión de dureza. Y la gente se rio, que debe de ser otra cosa que se hace en los funerales. En Estados Unidos ha sorprendido la generosidad de la viuda de Kirk, pero no parece haberlo hecho que el presidente haya expresado su odio personal a medio país. Como si la unidad y la hermandad no fuesen una constante en los discursos presidenciales desde George Washington. La situación en Estados Unidos será preocupante, pero sobre todo es irreal. Si mañana apareciesen en Nueva York unos robots gigantes e interviniesen 'Los Vengadores', nos sorprenderíamos, pero tampoco tanto.
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